Aunque claro… hubiera sido perfecto si no fuera por el ambiente extraño y silencioso dentro del auto.
Ambas iban sentadas en los extremos opuestos del asiento trasero, separadas por un enorme ramo de lirios. A pesar de estar tan cerca, la distancia entre ellas se sentía tan lejana como si las separara un abismo. El silencio era absoluto. Ninguna decía nada.
Gu Yu la observaba en secreto de reojo. La luz dorada del sol cálido se derramaba sobre Su Yue, tiñendo de oro sus pestañas negras como plumas, que temblaban suavemente cada vez que parpadeaba. Incluso sus ojos, de un rojo vino profundo, parecían brillar con diminutos destellos.
Delicada y serena… Su Yue parecía una proyección divina, como si fuera la creación más hermosa de Dios. Ninguna forma física podía describirla con exactitud. Era una Afrodita rodeada de estrellas.
Su Yue no era como los típicos omegas lindos y aniñados. Al contrario, aunque su cuerpo lucía frágil, tanto su porte como su forma de hablar la diferenciaban claramente del resto de los omegas comunes. Era una presencia única.
Poseía un aura natural de liderazgo, algo que emanaba desde lo más profundo de sus huesos.
A través del reflejo en la ventana del auto, Gu Yu seguía el contorno de sus rasgos con la mirada, como si los trazara uno a uno:
Cabello negro y suave cayendo sobre los hombros, una nariz pequeña y bien definida, labios delgados de un rojo vivo ligeramente apretados, cejas elegantes y sobrias, como montañas lejanas, llenas de gracia.
Su expresión era serena, casi indiferente, sin mostrar grandes emociones. Eso le dio a Gu Yu más valor para seguir observándola, así que se permitió contemplar con libertad su reflejo en la ventana, maravillándose una vez más con la obra maestra que era Su Yue.
¿Cómo podía alguien ser tan hermosa?
Y justo en ese instante, aquellos profundos ojos rojo vino se giraron hacia ella… Su Yue la miró y sonrió levemente.
Sus ojos rasgados, como los de un fénix, se encontraron con los de Gu Yu a través del vidrio.
¡Me descubrió!
Gu Yu se sobresaltó, apartando la mirada con rapidez, mientras un rubor subía velozmente por sus mejillas.
—¿Por qué me mirabas?
—¿Q-qué? ¡Yo no te estaba mirando! ¡Estaba admirando el paisaje, obviamente! —respondió Gu Yu como una gatita erizada, fingiendo seguridad, aunque el sonrojo que le llegaba hasta las orejas la delataba por completo.
—¿Ah, sí? Vaya… entonces fue mi error por malinterpretarlo.
Su Yue sonrió con suavidad, sin exponerla.
Al ver a Gu Yu a su lado, completamente avergonzada y llena de frustración consigo misma, Su Yue sintió que, por alguna razón, el día se le volvía más brillante, y sin darse cuenta, dejó que la sonrisa se le dibujara de nuevo en los labios.
El hospital no tardó en aparecer a lo lejos, y tras aquel pequeño episodio en el coche, ambas se mantuvieron en silencio, sin volver a mencionarlo.
Gu Yu cargaba el ramo de flores mientras seguía a Su Yue de cerca. No tenía idea de en qué habitación estaba internada Lan Ting, pero Su Yue había venido muchas veces antes y se movía con soltura por los pasillos.
Tomaron el ascensor hasta el último piso. Su Yue condujo a Gu Yu hasta el final del corredor, donde había una habitación individual.
Estaban a punto de encontrarse con la madre del cuerpo original. ¿Qué tipo de persona sería?
Se escuchó el golpecito en la puerta, y Gu Yu esperó en silencio afuera.
—Adelante.
Una voz femenina respondió desde dentro. Grave, pero firme y cálida.
Gu Yu empujó la puerta, y lo primero que vio fue a una mujer de mediana edad sentada en la cama del hospital.
Como solía tener tiempo, Su Yue pasaba con frecuencia a visitarla. Por eso, cuando Lan Ting vio entrar a Gu Yu, se quedó unos segundos completamente sorprendida.
—Maestra, venimos a verla. ¿Cómo se ha sentido hoy?
Su Yue fue la primera en romper el hielo, con un tono cordial, y luego le hizo una seña a Gu Yu para que colocara las flores en el florero.
Gu Yu, aún un poco aturdida, se puso a cambiar el agua y a arreglar las flores. Detrás de ella, Lan Ting se recostó sin decir una palabra, observando en silencio los movimientos delicados con los que Gu Yu acomodaba el ramo. Sus ojos brillaron apenas, con una leve ondulación.
—Mi cuerpo ya está como está… ¿Qué sentido tiene hablar de si estoy mejor o peor? Mientras siga viva, cada día cuenta.
Lan Ting desvió la mirada mientras tomaba el vaso de agua que le tendía Su Yue.
—Vaya, así que al menos recuerdan que existo…
Sus palabras eran claras y directas. El tono no sonaba particularmente amable. Pero Su Yue lo entendió al instante: ella, que venía a verla con frecuencia, sabía que esas palabras no iban dirigidas a ella… sino a la otra persona presente en la habitación.
Gu Yu terminó de colocar las flores en silencio y fue a sentarse en un rincón, fingiendo no entender nada. Sus dedos largos y blancos jugueteaban suavemente con los pétalos de los lirios, y su delicado rostro no mostraba ni rastro de culpa.
Desde el principio, la original tenía una relación tensa con Lan Ting, eso era algo bien sabido. Si no lograba acercarse a ella, tampoco importaba demasiado. Al fin y al cabo, sin importar si lograban reconciliarse o no, Gu Yu igual pensaba marcharse tarde o temprano.
Fue Lan Ting quien rompió el silencio, con un tono de reproche:
—Mira quién se acuerda de su madre… ¿Dónde estabas metida todo este tiempo? Mira a Su Yue, al menos ella viene a visitarme cada tanto.
Apenas escuchó eso, una ráfaga de recuerdos estalló en la mente de Gu Yu. Un destello blanco cruzó frente a sus ojos, y en ese instante, recibió por completo los recuerdos de ese cuerpo.
—¡Si tanto te gusta Su Yue, entonces déjame en paz! ¿Por qué no la adoptas como hija y ya?
La voz de la dueña original del cuerpo resonó con fuerza en su mente, desgarrada, cargada de rabia.
—¡Los odio! ¡Y odio a Su Yue! ¿Por qué nunca nadie ha respetado lo que yo quiero? ¿Por qué siempre tienen que forzarme a todo?
Los sollozos desesperados de la original se estrellaban una y otra vez en la conciencia de Gu Yu. Solo entonces entendió por qué aquella chica, que en un principio era pura como una hoja en blanco, había terminado convertida en una “villana cruel” dentro de la novela.
Era por la madre de Gu Yu en la historia: Lan Ting.
Una vez fue una cantante de fama mundial, una leyenda en su tiempo, una figura imponente que deslumbró a toda una generación. Pero eso… ya era cosa del pasado.
Ahora, Lan Ting era apenas una exestrella retirada, olvidada por el público y confinada en una cama de hospital. Los tiempos habían cambiado. El mundo la había dejado atrás… y ella ya no tenía fuerzas para luchar contra eso.
Llena de resentimiento, Lan Ting había tomado una decisión: formaría a su hija para que se convirtiera en una cantante aún más brillante que ella, que alcanzara las alturas que ella misma ya no podía tocar. Por eso, desde que Gu Yu era apenas una niña, comenzó a someterla a un entrenamiento estricto y severo. Hubo un tiempo en que la pequeña Gu Yu estuvo al borde del colapso.
Un tirón repentino atravesó el corazón de Gu Yu, como si aquellas emociones tan intensas y negativas la estuvieran arrastrando consigo. Permaneció en silencio, sin decir una sola palabra.
Gu Shengming, el padre de Gu Yu, jamás amó a Lan Ting. Su matrimonio había sido un simple acuerdo comercial. Desde un inicio, la relación entre ellos fue mala, y no tardaron en separarse. Lan Ting se llevó a Gu Yu, y no pasó mucho tiempo antes de que acogiera también a Su Yue, la hija de una amiga fallecida.
Ya fuera el egoísmo frío y calculador de Gu Shengming, o la ambición desesperada de Lan Ting por alcanzar una cima inalcanzable a través de su hija, ninguno de los dos se había detenido a preguntarle a Gu Yu qué quería ella, si realmente deseaba esa vida. Solo sabían imponer, controlar, moldearla a la fuerza, hasta desintegrar por completo lo poco de bondad que quedaba en su interior, para luego recoger los pedazos y rearmarlos a su conveniencia, diciéndole: “¿Por qué no puedes portarte bien? Todo esto es por tu bien”.
Nunca supo lo que era el amor. Solo había sido estrellada contra el suelo una y otra vez, y vuelta a armar con piezas rotas, cada vez más ajena a sí misma. ¿Cómo podía encontrar la redención una persona así?
Y ahora, al volver a pararse frente a Lan Ting, Gu Yu lo veía claro: ella seguía siendo exactamente la misma de siempre, ni un solo cambio.
Solo que esta vez… la persona que estaba frente a ella ya no era su hija.
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