En un momento un tanto fuera de lugar, Gu Yu recordó su aroma original de feromonas: té blanco y flor de camelia. Si no tuviera que esconderlo, su fragancia debería ser más pura y agradable que la de cualquier rosal del jardín.
Pero ahora estaba cubierta por el penetrante olor a Jägermeister. El aroma fuerte y amargo de ese licor chocaba con el perfume suave del jardín, como una nota disonante en medio de una melodía floral.
¿Lo que estaba siendo oculto… era el té blanco con camelia, o su futuro impredecible?
Sus ojos, de un gris claro y gélido, reflejaron por un instante una leve melancolía. Pero desapareció tan rápido como llegó, llevada por el viento entre los pétalos.
Qué tontería…
Gu Yu sacudió la cabeza con molestia. Solo había sido regañada por un NPC, ¿cómo era posible que siguiera pensando en eso tanto rato?
“Esto no va contigo”, se reprendió. “No puedes dejar que los sentimientos de la dueña original de este cuerpo te afecten así”.
Esta era una oportunidad rara para ganarse la buena impresión de Su Yue. No podía dejarla pasar por estar de mal humor. Sin embargo, ahora que lo pensaba… llevaba un buen rato compartiendo espacio con Su Yue y aún no sabía a qué olían su feromonas.
—¿A qué… olerá ella? —murmuró Gu Yu, jugueteando con un delicado pétalo entre los dedos.
Su voz fue baja, como un pensamiento escapado, y creyó que nadie la había oído. Lo que no sabía era que ese susurro había llegado directo a los oídos de Su Yue.
Pero ella no dijo nada al respecto. Sonrió con picardía, y sus ojos color vino se entrecerraron con una expresión divertida, como la de una pequeña zorra traviesa.
—¿Hmm? ¿Qué dijiste sobre el olor?
La voz de Su Yue tenía un tinte burlón, claramente provocador. Lo hacía a propósito, solo para ver a Gu Yu entrar en pánico. El solo imaginar su reacción ya le parecía entretenidísimo.
—¿Eh? ¡No, nada! ¡Yo no dije eso! ¡Nada de eso! —saltó Gu Yu, con las mejillas encendidas.
Tal como lo había anticipado, Su Yue no se sorprendió por la reacción de Gu Yu. De hecho, su sonrisa se hizo aún más evidente, claramente satisfecha con el efecto que había causado.
—No es nada… —murmuró Gu Yu, con las mejillas ardiendo. Le habían descubierto el pensamiento y eso solo hizo que se pusiera más nerviosa. —Es solo que… llevamos tanto tiempo conviviendo, y creo que… nunca he olido tus feromonas…
Su voz se fue apagando poco a poco. Al final, hablaba tan bajo que era imposible escuchar lo que decía. Su rostro, tan delicado y frío como una flor de loto, estaba completamente rojo.
Entonces, de repente, se dio cuenta.
“¡Espera! ¡Esto es un mundo omegaverse! ¡¿Y yo—una alfa—le estoy diciendo a una omega, con la que ni siquiera tengo una relación cercana, que quiero saber cómo huelen sus feromonas?! ¡Eso es… terriblemente inapropiado!”
Cuando notó que Su Yue había guardado silencio, el pánico se apoderó de ella.
—¡N-No me malinterpretes! ¡No era eso lo que quería decir! ¡Por favor, créeme! —se apresuró a explicar, claramente nerviosa.
Su expresión, siempre tan serena, ahora se llenaba de ansiedad.
—Lo que quería decir es que… los omegas necesitan cuidado. Si en algún momento no te sientes bien, tienes que decírmelo. ¡Yo te llevaré al médico! Escuché a la tía Lin decir que, si las feromonas no se liberan correctamente, pueden afectar al cuerpo. Pero tú no tienes que avergonzarte. Aunque yo sea una alfa… —hizo una pausa, mirando a Su Yue con seriedad— no soy una persona desvergonzada. Nunca te haría nada, así que por favor, no te preocupes.
¿Cómo podría un omega como ella hacerle algo a Su Yue, de todas formas?
Pero si decirlo así ayudaba a que Su Yue bajara un poco la guardia, entonces valía totalmente la pena.
—¿Puedes entender lo que quiero decir? —preguntó Gu Yu con cautela.
Su Yue la miró en silencio.
…Tan adorable.
Casi no podía contener la sonrisa.
Su Yue apretó los labios. Sus pupilas, teñidas de un rojo profundo, se clavaron en Gu Yu, que a sus ojos lucía como una pequeña y torpe coneja blanca. Pero en ella… ya no había dulzura: en ese momento, algo en su presencia se volvió más agresivo, como un depredador que acecha sin moverse.
El aroma a vino tinto de sus feromonas comenzó a agitarse en su sangre. Un deseo repentino y feroz se desató en su interior, tentándola a lanzarse sobre la chica que tenía delante, a marcarla, a reclamarla como suya.
Su Yue se quedó pasmada ante sí misma. ¿Cómo era posible que su información genética se activara así… frente a una alfa? Y no cualquier alfa. Gu Yu.
En teoría, sus feromonas deberían chocar de inmediato. La suya, cálida y especiada como el Jägermeister, no solo no le provocaba rechazo, sino que no mostraba ni rastro de conflicto. Gu Yu ni siquiera estaba usando sus feromonas de forma activa, y aun así parecía completamente desprevenida.
¿Cómo puede haber un alfa tan despistada? Si algún día sale sola así… podría acabar siendo devorada sin saber cómo ni por quién.
Su Yue se rió en silencio, con un deje de burla hacia sí misma. ¿Desde cuándo tenía pensamientos así… sobre Gu Yu? Pero cada vez que su mente rozaba ese rincón de duda, la vieja repulsión volvía a brotar. Llevaba años odiándola. Odiándola por ese apellido, por todo lo que representaba. Y sin embargo… en el rincón más profundo de su corazón, una emoción distinta, tenue y tibia, intentaba abrirse paso.
Pero no podía ser.
Ella no.
Ella era Gu Yu.
Su Yue no podía permitirse vacilar. Había soportado todo durante tantos años, tragándose su odio como veneno dulce, solo para ver caer a la familia Gu con sus propias manos. Si no fuera por Gu Shengming… sus padres no estarían muertos. Y para obtener las pruebas que necesitaba, había tenido que esconder su información genética a base de medicación, soportar dolores, desequilibrios… años enteros de sacrificio. Ahora, que estaba tan cerca, no podía permitirse ni un paso en falso.
“¡No! ¡No puedo permitir que todo se arruine por un instante de debilidad!”
—Entiendo lo que quieres decir —respondió de pronto.
Su Yue reprimió el estremecimiento que la recorrió por dentro. Sus ojos, antes ardientes, recuperaron su calma habitual.
—Mis feromonas son muy débiles. Es normal que no las huelas.
Tosió suavemente y desvió la mirada.
—No soy como tú. Mi nivel es muy bajo, muy… débil.
Y al decirlo, mintió con una tranquilidad pasmosa. Con una expresión tan vulnerable que incluso Gu Yu, que había intentado mantenerse firme, no pudo evitar sentir un latido extraño en el pecho. Algo como… ternura.
¿Cómo no conmoverse al verla así, tan frágil, tan sola?
Su Yue entrecerró los ojos, dejando entrever una pizca de inocencia cuidadosamente medida, justo la dosis justa para tocar el corazón de Gu Yu.
“Lo siento por engañarte…Pero es la única manera”.
La sonrisa que Su Yue le dirigió era pura, inofensiva. Casi infantil.
“No me odies por esto, Gu Yu”.
Pero en sus ojos rojos, como dos brasas encendidas en medio de una espesura oscura, se ocultaba otra verdad. Esa mirada no era dulce, era la de una depredadora paciente, agazapada en la penumbra, esperando con calma a que su presa bajara la guardia.
—En realidad, yo tampoco soy una alfa tan increíble —dijo Gu Yu, intentando sonar ligera—. No tienes que preocuparte tanto por el género… Aunque no tengas un aroma fuerte, sigues siendo una persona increíble.
Y lo decía en serio.
En la historia original, Su Yue era una omega valiente e implacable, que se enfrentaba de frente a quienes la habían herido. Nunca flaqueaba, y al final conseguía el amor y el éxito. Era la protagonista ideal de una novela de empoderamiento. Lo único que Gu Yu nunca había llegado a saber era con quién terminaba Su Yue al final. No llegó a leer la novela completa.
“¿Sería con Qin Mo?”, pensó.
Después de todo, eran la pareja ideal: él, talentoso y apuesto; ella, hermosa y decidida. Sus fans eran la base de lectores más grande, y su pareja era la más aclamada de toda la historia.
Pero justo entonces…
—¿Qué… dijiste? —preguntó Su Yue, con un leve temblor en la voz.
Sus pupilas se contrajeron, y en su rostro apareció una incredulidad difícil de ocultar.
¿Eso… lo dijo Gu Yu? ¿De verdad lo dijo ella?
Desde que se habían diferenciado, Gu Yu siempre se había sentido orgullosa de ser alfa. Nunca había mostrado una sola gota de gentileza hacia una omega como ella. Solo le había mostrado desprecio. Distancia. Frialdad. ¿Y ahora… esas palabras tan cálidas y francas venían de su boca? Su Yue no sabía si debía conmoverse… o si todo esto la descolocaba aún más.
Su Yue ya no podía descifrar quién era realmente la persona frente a ella. ¿La violenta y arrogante alfa de antes? ¿O esta chica dulce, serena y atenta que ahora le hablaba con tanto cuidado? ¿Frialdad o ternura? ¿Crueldad o compasión? ¿Cuál era la verdadera Gu Yu?
—No te preocupes —dijo Gu Yu con suavidad—. Algún día conocerás a alguien lo bastante fuerte como para protegerte.
Mientras hablaba, tomó una rosa roja, vibrante y abierta en todo su esplendor. La levantó con delicadeza y la colocó tras la oreja de Su Yue, como una brisa acariciando las flores.
—Hasta que llegue ese día… déjame ser yo quien te cuide.
Gu Yu se quedó observando su pequeña obra con aire satisfecho. Asintió, convencida.
—La rosa roja te queda perfecta. Aunque no desprenda fragancia… sigue siendo la más bella, la más única. Igual que tú: insustituible.
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