Un leve rubor se asomó en el rabillo del ojo de Su Yue, y por un instante, fue incapaz de mirar directamente a Gu Yu.
Hace un momento… ella casi… Maldita sea.
Su Yue se mordió su labio. ¡Hace un segundo estuvo a punto de…!
No se atrevía ni a imaginar qué habría pasado si Gu Yu no la hubiese mirado justo entonces. Fue demasiado absurdo.
Dos veces en un solo día… Dos veces había tenido pensamientos indescriptibles hacia Gu Yu. ¿De verdad… estaba empezando a sentir algo por ella?
No. Imposible. Su Yue negó en seco esa idea ridícula. De ninguna manera podría gustarle una alfa.
Seguro que era solo algún efecto secundario de los supresores de feromonas que había estado tomando por tanto tiempo… sí, debía ser eso.
—Perdona… pensé que esa temperatura te agradaría.
Gu Yu pareció olvidar por completo lo ocurrido y bajó un poco más el calor del secador. Luego le revolvió el cabello mojado con ternura.
—¿Todavía te duele?
—Ya estoy bien —respondió Su Yue.
La nuez de su garganta se movió ligeramente; su voz sonó ronca y baja, como si estuviera conteniendo algo con mucho esfuerzo.
—Entonces, sigo, ¿sí?
Al ver que Su Yue decía estar bien, Gu Yu encendió de nuevo el secador y continuó desenredando con delicadeza los mechones húmedos de su cabello, como si nada hubiese pasado.
¿Cómo podía ser tan desprevenida?
Su Yue observaba cómo Gu Yu seguía secándole el cabello con la misma expresión serena de siempre, como si nada hubiera pasado hace un momento, sin evitarla, sin incomodidad. Y por alguna razón… eso le hizo sentir un extraño malestar.
¿Qué le ocurría? ¿Por qué le molestaba algo así? ¿Desde cuándo se preocupaba por una alfa? Y para colmo… ¡¿esa alfa tenía que ser Gu Yu?!
Ya de por sí se sentía bastante molesta por haber perdido el control antes. Como si alguien hubiese volcado un frasco de especias dentro de ella, tenía el pecho revuelto, caótico, con emociones que no podía nombrar. Y ahora… ahora estaba peor.
—¿Por qué… me tratas tan bien?
La voz de Su Yue sonó baja, como si esa pregunta llevase mucho tiempo atorada en su pecho.
¡Ahí estaba!
La mano de Gu Yu se detuvo en el aire. Había sabido que llegaría este momento. Sabía que, tarde o temprano, Su Yue notaría que algo había cambiado. Pero no podía contarle la verdad. No podía exponerse.
Aunque… quizás sí podía responderle de otro modo.
—Porque… quiero ser tu amiga.
—¿…Amiga?
—Antes era horrible contigo, lo sé. Pero me he dado cuenta de mis errores. Quiero cambiar. Quiero ser alguien mejor… y no volver a lastimarte nunca más.
Gu Yu se armó de valor y dijo lo que sentía. No sabía si Su Yue sería capaz de perdonarla algún día.
Pero lo único que no se atrevía a decir… era eso. “Perdóname”. Porque lo que la Gu Yu original le había hecho a Su Yue no se saldaba con una disculpa. Ni ella tenía el derecho de pedir perdón en su nombre. Ni siquiera ella misma podía perdonarla del todo.
Con que Su Yue pudiera notar su sinceridad… eso ya sería suficiente.
La otra chica no respondió. El silencio cayó sobre ambas, pesado, frío. La atmósfera pareció congelarse.
—Ya está —dijo Gu Yu al fin, apagando el secador y pasando una peinilla por los cabellos de Su Yue hasta dejarlos perfectamente ordenados.
—…Gracias —respondió Su Yue en voz baja. Luego se levantó con rapidez y salió de la habitación sin mirar atrás.
¡Bang!
La puerta se cerró de golpe.
Gu Yu se quedó allí, de pie, mirando la puerta cerrada, sin saber muy bien qué pensar.
……
Al otro lado, Su Yue regresó apresuradamente a su propia habitación.
Fue directo al baño, se lavó el rostro con agua fría, y al alzar la vista para mirarse al espejo… notó que su expresión no era precisamente agradable.
Frunció el ceño, y en sus ojos carmesíes se apagó todo el brillo. Sus labios delgados estaban firmemente sellados. Parecía como si acabara de descubrir que la persona de la que estaba enamorada… ya tenía a alguien más.
Su pecho se sentía hueco. Incómodamente vacío.
—¿Solo… amigas? —murmuró.
Y en su corazón quedó flotando esa sensación amarga, de vacío y pérdida.
Su Yue se secó el rostro con desgano, quitándose las últimas gotas de agua. Luego caminó hasta el escritorio, abrió con cuidado el cajón y de su interior sacó algo… con extrema delicadeza, como si tuviese miedo de romperlo.
Desplegó lentamente la mano. En su palma descansaba, silenciosa, una rosa roja.
La colgó junto a la ventana. Cuando terminara de secarse, conservaría su forma por siempre, como si estuviera eternamente en flor.
¿Acaso, si la rosa no se marchitaba, el tiempo también se detendría justo en ese instante? En aquel momento en que Gu Yu la colocó en su cabello con tanto cuidado…
La respuesta era obvia.
Su Yue cerró los ojos. Dejó que esa maraña de emociones se balanceara junto con la rosa, agitadas por el viento fresco de la noche de verano.
……
Mientras tanto, Gu Yu notó con claridad que Su Yue se había comportado extraño desde que le habló sobre “ser amigas”. Pero no lograba entender qué pasaba por su mente. ¿Acaso aún no confiaba en ella?
—Qué complicado… —suspiró Gu Yu—. Pero bueno, es la protagonista, ¿no? Es normal que sea un desafío. Me gustan las que son difíciles de conquistar…
A punto estuvo de soltar una lágrima. Si no fuera por su instinto de supervivencia, ya habría colapsado emocionalmente.
—¡Ah! ¡Mi base secreta! Seguro ya está lista, ¿no?
De tanto concentrarse en secarle el cabello a Su Yue, se le había olvidado por completo. ¡Y pensar que justamente la llevó bajo la lluvia con la excusa de revisar el lugar!
Gu Yu se dio una palmada en la frente. ¡Casi lo olvida por completo!
Ese lugar iba a ser muy importante para ella durante un buen tiempo. Y ahora que lo pensaba, no podía esperar a verlo con sus propios ojos.
El mecanismo de la entrada secreta no había cambiado: seguía siendo ese delicado globo de cristal. Gu Yu presionó el cristal, y la estantería de libros empotrada en la pared se abrió por la mitad—
La luz se encendió automáticamente. Todo el espacio se iluminó en cuanto la puerta del cuarto secreto se abrió por completo, y el rostro de Gu Yu se iluminó de entusiasmo.
Era una sala amplia, repleta de todo lo necesario para diseñar ropa: maniquíes, herramientas de costura, estanterías ordenadas… Todo estaba perfectamente dispuesto. En una esquina, había un rincón repleto de telas: sedas de todos los colores y texturas, materiales de lujo que casi la deslumbraron al verlos.
Aunque había pedido a la tía Lin que comprara una muestra de cada una de las mejores telas del mercado, verlas ahora, en persona, la dejó sin aliento.
Abrazó varias piezas de seda suave y murmuró para sí, con asombro:
—El poder del dinero… es increíble.
En un espacio aparte, cuidadosamente rotuladas, había telas aún más raras y exclusivas. La tía Lin incluso había dejado notas indicando su valor, y Gu Yu comprendió al instante que aquello costaba una fortuna.
Justo frente a la ventana, había un escritorio preparado con hojas de bocetos, lápices de diseño y hasta una computadora portátil.
—Definitivamente… tengo que subirle el sueldo a la tía Lin.
Gu Yu curvó los labios con satisfacción. Estaba muy complacida con el equipo. Con todas esas herramientas profesionales a su disposición, estaba segura de que lograría destacar en el mundo de la moda de este universo, y así obtener cuanto antes el capital necesario para dejar la familia Gu.
Dicho y hecho.
Abrió la computadora y, siguiendo exactamente los mismos pasos que en su mundo original cuando fundó su propio estudio, creó un nuevo taller de diseño.
Pero pronto se topó con un problema.
Para que el estudio fuera legal, se requería que el diseñador principal contara con una licencia profesional. No era un proceso rápido. En su mundo anterior, a Gu Yu le había tomado mucho tiempo y esfuerzo conseguir esa certificación que la acreditaba como diseñadora oficial.
Ahora no tenía ese tiempo. Necesitaba un representante.
Entró a una página de reclutamiento y comenzó a revisar. Había muchos postulantes con perfiles de diseñador, todos con estilos y credenciales variados, pero… muy pocos cumplían con los requisitos que ella tenía en mente.
Necesitaba a una mujer beta. Alguien discreta, que supiera guardar secretos.
Gu Yu continuó buscando con paciencia, pasando página tras página… Hasta que, por fin, en la última, encontró a alguien que llamó su atención.
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