En el instante en que Su Yue pasó a su lado con indiferencia, como si no la hubiese visto, el corazón de Gu Yu se congeló de golpe. Fue una punzada tan profunda que le robó hasta el aliento.
“¿Hice algo mal?”
Miró hacia la dirección en que Su Yue se había marchado, pero allí ya no quedaba nadie. Solo el eco del silencio llenaba el vacío.
—¿Me odia tanto como para no querer ni mirarme…?
Gu Yu apretó la pequeña caja con fuerza. Sus pestañas bajaron, y en sus ojos claros empezó a asomar una tristeza imposible de disimular.
Debe de haber sido por lo que le dijo aquel día. Seguramente eso fue lo que enfadó a Su Yue… Desde entonces, no volvió a hablarle.
Gu Yu bajó la mirada.
—Claro, al final Su Yue no quiere ser mi amiga. Por eso me rechaza… Si lo hubiera sabido, no habría dicho nada…
Su voz se apagó, tan baja que apenas podía oírse.
No entendía por qué le dolía tanto ser ignorada por Su Yue. Pero así se sentía: como si hubiera preparado con todo el cariño un regalo, solo para que se lo rechazaran sin siquiera una mirada. Humillada. Confundida. Dolida.
Se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano, y en un arranque de rabia y despecho, tiró la cajita cuidadosamente preparada al cesto de basura. Luego se dio media vuelta, subió las escaleras de nuevo.
¡Pum!
El golpe de la puerta resonó en el silencio del vestíbulo. Todo volvió a quedar en calma.
Y entonces, desde la sombra proyectada por una de las altas columnas del salón, emergió una figura.
Una cabellera negra como la tinta, unos ojos rojo vino llenos de niebla silenciosa.
Su Yue.
Se agachó lentamente y recogió la cajita que había sido lanzada al cubo de basura. La sostuvo entre sus dedos con una expresión indescifrable.
La abrió con suavidad. En el interior, descansaba una corbata negra, sencilla y elegante, brillando con una tenue luz sedosa.
—¿Esto… era para mí?
Pasó los dedos con delicadeza por la tela suave, tan fina como la piel de una muchacha.
No dijo una palabra. Solo cerró los dedos sobre la corbata negra con fuerza, la cabeza agachada, el rostro oculto…y un torbellino de emociones imposibles de descifrar.
Eran dos muchachas obstinadas, ninguna dispuesta a ceder. Pero aquella muestra de afecto, arrojada con rabia y frustración, fue recogida en silencio por unas manos que la sostuvieron con cuidado, como si se tratara de un tesoro.
……
Gu Yu se dejó caer boca abajo sobre la cama, con la mente hecha un nudo. Por más que pensaba, no podía entender por qué, justo cuando su relación con Su Yue parecía empezar a suavizarse, de pronto se había vuelto tan tensa, tan frágil como si caminaran sobre hielo quebradizo.
Con la cara hundida en la almohada, suspiró pesadamente.
—Ya está… mejor dejo de intentar adivinar lo que piensa la protagonista…
Tal vez, Su Yue en realidad siempre la había detestado. Quizá solo la soportaba por culpa de Gu Shengming… Y, en el fondo, Gu Yu nunca le importó.
—Pero… al menos… al menos podía haber aceptado el regalo…
Alzó la mano frente a la luz. A la claridad de la lámpara, sus dedos, delgados y delicados como ramas de jade, dejaban ver una línea roja en el índice: un corte limpio, brillante, como una herida que todavía dolía.
—Ah… —soltó un quejido suave.
Una gota de sangre, redonda y perfecta como un rubí, emergió del corte y se deslizó lentamente. Inesperadamente, esa pequeña herida le trajo a la mente, otra vez, a Su Yue.
Gu Yu presionó el dedo con rapidez, luego fue al baño y abrió la canilla, dejando que el agua fría arrastrara la sangre. El corte se lo había hecho mientras cosía la corbata que quería regalarle a Su Yue. Había pasado días enteros diseñando sin descanso y, agotada, al momento de recortar la tela se le resbalaron las tijeras, rasgándole la piel.
Como ya estaba amaneciendo y tenía prisa, solo se enjuagó rápido y ni siquiera llamó a la tía Lin para que le ayudara a curarse. Terminó el trabajo a toda prisa, con esa pequeña herida aún ardiendo.
Creyó que, al recibir el regalo, Su Yue al menos bajaría un poco la guardia… pero quién lo habría imaginado…
Gu Yu bajó los ojos. En su mirada pálida, se agitaban olas, profundas y silenciosas. El agua fría seguía corriendo sobre el corte, y una melancolía indefinible brotó de su pecho.
Ni siquiera pudo entregarle el regalo.
¿De verdad… ya no quedaba nada que hacer?
Sabía muy bien que si no lograba aumentar lo suficiente la “afinidad” con Su Yue, su destino estaba sellado. Estaba condenada a repetir la misma tragedia.
Gu Yu cerró los ojos con fuerza, intentando calmar la tormenta que tenía en la cabeza.
De pronto, desde la habitación, sonó el timbre de su celular.
¡Ding-ling-ling!
Gu Yu tomó aire, se secó las manos con una toalla y regresó al dormitorio para contestar la llamada.
—¿Hola? ¿Qué ocurre?
—Señorita Gu, hay una clienta que desea alquilar el vestido ‘Rosa’ que usted envió esta mañana. Dice que lo necesita con urgencia. Justo coincide con sus medidas, así que quería saber qué desea hacer.
¿Una emergencia?
Gu Yu dudó un segundo. En principio, su atelier solo aceptaba encargos de confección personalizada, no ofrecía alquiler. Pero el local apenas llevaba unos días abierto y ni siquiera estaba del todo equipado. Si, aún así, aquella mujer había entrado a probar suerte, era porque realmente lo necesitaba.
Y si justo encajaba a la perfección con ese vestido… bueno, tal vez era obra del destino.
—Está bien, que se lo lleve —respondió Gu Yu—. Pero dile que es un modelo terminado, pensado originalmente para exhibición. Si no le molesta, puede quedárselo por hoy.
—Entendido, señorita Gu. Anotaré los datos de la persona que lo alquila y se los enviaré en breve —contestó Li Zhiyun con eficiencia profesional.
—Perfecto.
Tras colgar, Li Zhiyun envolvió cuidadosamente el vestido rojo como el fuego y se lo entregó a la mujer frente a ella, que había estado visiblemente nerviosa desde que entró por la puerta.
—Señorita, aquí tiene su vestido. Por favor, cuídelo bien —dijo con una sonrisa serena, transmitiendo una calma que desarmaba cualquier ansiedad.
—¡Mu-muchas gracias!
La mujer, que lucía gafas negras y una apariencia más bien discreta, no dejaba de inclinarse con gratitud.
—¡De verdad no sé cómo agradecérselo! ¡Mi artista está a punto de subir al escenario a recibir un premio y, de repente, el vestido que íbamos a usar apareció con un agujero enorme! —explicó apresurada. —He recorrido todas las tiendas de vestidos del área y solo ustedes aceptaron ayudarnos, ¡y encima el vestido le queda perfecto! ¡No sé cómo agradecerles!
—No tiene nada que agradecer —respondió Li Zhiyun con una sonrisa amable—. Poder ayudarla también ha sido nuestra fortuna. Además, este vestido fue confeccionado por nuestra diseñadora, la señorita Y. Fue ella misma quien autorizó el préstamo.
—¿La señorita Y? —la mujer se sorprendió, y enseguida sacó una tarjeta y algo de dinero en efectivo de su bolso, entregándoselos a Li Zhiyun.
—Aquí tiene mi nombre y contacto. Trabajo para la empresa Xingchen Entertainment. Les devolveré el vestido tan pronto como termine el evento. Este es el depósito. Ah, y por favor, denle las gracias a la señorita Y de parte de nuestra artista.
Dicho esto, la mujer tomó el vestido con rapidez y desapareció por la puerta en un abrir y cerrar de ojos.
Li Zhiyun envió la tarjeta de presentación a Gu Yu.
En ese momento, Gu Yu, que yacía en la cama como una sardina sin sueños ni ganas, alzó el teléfono, echó un vistazo al mensaje… y luego lo apagó. La pantalla volvió a hundirse en la oscuridad.
—Ay…
A decir verdad, todo lo relacionado con la tienda le traía sin cuidado. Con Li Zhiyun al mando, no había nada de qué preocuparse.
Lo único que le rondaba por la cabeza ahora mismo… seguía siendo Su Yue.
Porque, al final, su propia vida dependía de ello. Cada movimiento de Su Yue tenía el poder de desestabilizar todo su mundo.
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