Gu Yu estaba al borde del llanto. Había estado dando vueltas en su habitación un buen rato, hasta que por fin se decidió a ir a ver a Su Yue. Si había algún malentendido, era mejor aclararlo de una vez, así también dejaría de sentirse tan miserable.
Por eso fue que se quedó apostada en la escalera, esperando interceptarla cuando bajara, con la idea de tener una charla sincera.
Pero… no obtuvo ningún resultado.
Gu Yu esperó mucho rato en el pasillo, pero Su Yue no apareció. Ni siquiera llegó a ver su sombra.
Ya estaba oscureciendo, y Gu Yu, que llevaba varios días sin descansar por completo, no pudo seguir resistiendo. A través del largo corredor, miró con melancolía la puerta cerrada al fondo, y en sus ojos claros se reflejaba una tristeza profunda. No le quedó más remedio que suspirar resignada, abandonar su plan y volver a su habitación.
¿Y por qué no ir directamente a tocarle la puerta a Su Yue?
Mejor no. Gu Yu se llevó una mano a la frente, derrotada. Simplemente no se atrevía. Porque esa Su Yue tan distante… de verdad le daba un poco de miedo.
Así que, agotada, Gu Yu se dejó caer en la cama y se quedó profundamente dormida. Ya ni sabía en qué día estaba. Solo en sus sueños podía encontrar un poco de paz.
Hasta que, al amanecer, el sol se elevó sobre el mar, bañando la superficie del agua con un resplandor dorado y brillante. Las olas parecían teñidas de luz. En las ramas, los mirlos revoloteaban con agilidad, y el delicado aroma del té blanco entraba suavemente por la ventana de madera, impregnando el cuarto de la joven.
—Señorita, es hora de levantarse —la voz de la tía Lin sonó desde el otro lado de la puerta, despertando a la chica que dormía profundamente.
—Mmm… ya voy…
Gu Yu se frotó los ojos con pereza y bostezó. Reclinada contra el cabecero, tardó un rato en despejarse del todo. Su largo cabello claro estaba revuelto sobre los hombros, y el tirante negro de su camisón se había deslizado, quedando a medio caer por el brazo, dejando al descubierto su delicado hombro de un tono rosa claro.
Había dormido muy poco otra vez, no lo suficiente en absoluto. Con ojeras marcadas, Gu Yu fue al baño, se dio una ducha, se cambió de ropa y fue al comedor.
Para no revelar su identidad durante la grabación del programa, Gu Yu no solo se aplicó una buena cantidad de inhibidor de feromonas, sino que también eligió con cuidado un atuendo: una chaqueta larga negra de corte recto, con un diseño ligeramente andrógino, decorada con pequeños destellos brillantes. Combinada con una camisa blanca, su imagen desprendía una elegancia serena y un aire de nobleza innata.
Su belleza, ya de por sí fría y majestuosa, se volvía aún más impactante con ese atuendo. Su expresión contenida, siempre tan serena, se veía ahora enmarcada por una presencia deslumbrante. Era como si la perfección se hubiera materializado ante el espejo.
Gu Yu giró una vez frente al gran espejo de cuerpo entero. Esta apariencia… sí, era justo de su gusto. Principalmente porque así parecía más como una alfa.
El aroma de Jägermeister envolvía su figura: una mezcla intensa de licor fuerte con notas herbales, suavizadas por un toque dulce de almíbar. Esa fragancia era como una máscara perfecta, cubriendo cualquier traza de vulnerabilidad en ella.
En ese momento, Gu Yu no parecía una omega. No, era un caballero refinado y enigmático. Un alfa de los más altos.
……
Cuando terminó todos los preparativos, bajó las escaleras lista para dirigirse a la grabación.
Su mirada recorrió con naturalidad el salón, pero no encontró rastro de Su Yue. Sus ojos se apagaron levemente. Apretó los labios en silencio. Creyó que Su Yue no quería ir con ella y que ya se había marchado sola.
Pero lo que no esperaba era…
Al abrir la puerta del coche y agacharse para entrar, al levantar la mirada, se topó con un par de ojos de un rojo vino profundo.
Su Yue, vestida con un uniforme blanco de gasa, con el cabello negro suelto y ondulando suavemente, apoyaba con gracia el mentón sobre una mano. Sus ojos color granate la observaban en silencio. En ese momento, parecía una figura salida de una pintura al óleo europea, una belleza etérea congelada en el tiempo.
Gu Yu se quedó un instante inmóvil. Su garganta tragó saliva casi por reflejo. Se sentó con rigidez, apartando el cuerpo hacia la puerta, intentando poner algo de distancia entre ambas.
Durante todo el trayecto, los ojos de Su Yue no se apartaron de ella. Gu Yu sentía esa mirada como un lazo invisible anudándose en torno a su cuerpo, imposible de ignorar.
Ligeramente inquieta, ajustó las gafas de montura dorada sobre su nariz con el dedo índice y giró el rostro para evitar cruzar miradas con ella.
La distancia entre ellas seguía siendo la misma de siempre. No tan lejos, no tan cerca. Pero esta vez… sus corazones parecían más lejanos que nunca, separados por un abismo insondable.
En el reducido espacio del coche, Gu Yu apretó los dedos con fuerza. Su aroma a Jäger reflejaba sin engaños su estado emocional: ansiedad, inquietud… y esa fragilidad que solo podía sentir frente a Su Yue.
“Que lleguemos pronto, por favor…”. Gu Yu rezaba en silencio, apretando los dedos. El ambiente en el auto era tan extraño que parecía asfixiante. Ninguna de las dos pronunciaba palabra, y el silencio era tan espeso que incluso el aire se sentía escaso y frío.
Con la esperanza de suavizar esa tensión incómoda, Gu Yu cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la ventanilla, fingiendo estar descansando.
Pero de pronto, percibió una presencia conocida que se acercaba, envolviéndola con un suave aroma floral y una respiración cálida que rozaba su mejilla.
“¿No puede ser… Su Yue ya quiere atacarme?”
Gu Yu abrió los ojos de golpe, justo cuando una mano pálida y delicada entraba en su campo de visión. Su cuerpo se tensó y se encogió levemente por reflejo.
Como si notara su incomodidad, la mano de Su Yue titubeó apenas, luego apoyó ambas manos en el respaldo del asiento, acercando lentamente su rostro al de Gu Yu…
Su aliento húmedo y cálido acarició las pestañas temblorosas de Gu Yu, provocándole un cosquilleo que la hizo parpadear varias veces. Con las pupilas ligeramente dilatadas, permanecía inmóvil, atrapada en la tensión de aquel instante, esperando lo que vendría.
Era la primera vez que contemplaba de tan cerca el rostro de Su Yue: sus ojos color vino, intensos como brasas, sus labios suaves y carnosos, y ese perfume limpio y envolvente que la rodeaba.
El rubor le subió poco a poco a las mejillas…
¡Clic!
El clic metálico de un broche la devolvió a la realidad. Gu Yu parpadeó, confusa. Su Yue ya se había alejado, sentada nuevamente en su asiento, con los ojos cerrados como si nada hubiera pasado.
…Solo le estaba abrochando el cinturón de seguridad.
¿Eh? Espera, ¿por qué pensé que iba a…?
Gu Yu sintió cómo la vergüenza subía por su cuello hasta la coronilla. Aunque por fuera mantenía la compostura de un caballero sereno, las orejas teñidas de rojo delataban su corazón que latía como un tambor.
Miró de reojo hacia Su Yue. Seguía con los ojos cerrados, aparentemente descansando, sin notar en absoluto el desorden interno de Gu Yu.
Uf… menos mal…
El resto del viaje transcurrió sin incidentes, y el coche llegó sin sobresaltos al lugar de grabación. Para mantener su imagen de alfa caballerosa, Gu Yu se apresuró a bajar primero y rodear el auto para abrir la puerta del lado de Su Yue. Se inclinó ligeramente y le ofreció la mano con elegancia.
A su alrededor ya se agolpaban los medios y fanáticos que aguardaban la llegada de las estrellas. Los flashes brillaban sin descanso, los gritos se entrelazaban en un clamor de emoción.
Su Yue la miró intensamente con esos ojos rojo vino, y sin vacilar, tomó su mano. Su largo vestido blanco ondeó bajo la brisa estival, como una flor de loto surcando el viento.
Justo en el instante en que sus dedos se tocaron, Su Yue notó una marca profunda en la mano de Gu Yu…
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