Gracias a que había leído la novela original, Gu Yu sabía perfectamente que la sirvienta frente a ella era alguien enviada por su “padre” para vigilarla a ella y a Su Yue. Para no levantar sospechas de que ya no era la misma persona dentro de ese cuerpo, y evitarse problemas innecesarios, imitó la actitud arrogante de la dueña original: levantó la barbilla con frialdad y miró a la sirvienta con una expresión helada y llena de desprecio.
La mirada impaciente de Gu Yu hizo temblar a la sirvienta, quien inmediatamente bajó la cabeza.
—La señorita Su está en el jardín…
—¿En el jardín? —repitió Gu Yu, frunciendo el ceño con más duda—. ¿Con esta lluvia?
Una mala corazonada se apoderó de ella de inmediato.
Al ver su expresión, la sirvienta pareció caer en cuenta de algo, y se apresuró a acercarse con una sonrisa servil. Corrió las pesadas cortinas y dijo con entusiasmo:
—Señorita, mire…
Gu Yu dirigió la mirada hacia la ventana. Con solo un vistazo, sintió que un rayo le había atravesado el cuerpo. Un zumbido explotó en su cabeza, dejándola paralizada.
En medio del jardín bajo la lluvia, una figura vestida de blanco se movía con elegancia entre los arbustos. Aunque la niebla de la lluvia lo cubría todo y no se veía con claridad, Gu Yu la reconoció de inmediato.
Era la protagonista de este mundo: Su Yue.
—Usted me pidió construir un jardín frente a este ventanal para que pudiera verla en cualquier momento. Supongo que ese era su propósito —dijo la sirvienta con tono complaciente—. Le pedí que fuera al jardín como me ordenó. ¿Está satisfecha, señorita?
La criada se mostraba excesivamente servicial. Si se atrevía a hablar así, seguramente era porque contaba con el respaldo de la antigua Gu Yu.
Pero ella ya no era esa bruja despiadada. Todo esto era como una catástrofe que aceleraba su sentencia de muerte. Podía casi escuchar la cuenta regresiva de su vida, como si los segundos retumbaran en su cuerpo. El corazón le latía con fuerza incontrolable.
Así era como trataban antes a Su Yue.
Gu Yu apretó los puños con impotencia, cerró los ojos con fuerza y respiró hondo.
—Gu Yu… Gu Yu… en qué lío me metiste…
Con el corazón helado, se dio la vuelta de inmediato y bajó corriendo las escaleras de la mansión. Eran muchas, y su prisa era tal que tropezó, resbaló y cayó. Se golpeó la rodilla, que se cubrió al instante de un moretón morado.
No tuvo tiempo de prestarle atención. Se levantó a toda prisa y salió corriendo al exterior. El viento helado le atravesó la ropa como cuchillas. Tiritó con fuerza ante el frío cortante.
—Tch… —frunció el ceño con molestia y se lanzó bajo la lluvia.
Apenas había dado unos pasos y ya estaba temblando de frío. ¿Cuánto tiempo llevaría Su Yue allá afuera? ¿Cómo estaría ella…? No se atrevía a imaginarlo.
Gu Yu recorrió el jardín con la mirada, buscándola desesperadamente, hasta que de pronto, en un rincón, distinguió una figura blanca entre la lluvia.
Giró la cabeza, y su corazón dio un vuelco. Esa silueta blanca… era Su Yue. Estaba ahí, de pie, bajo el aguacero, en medio del jardín empapado.
Allí estaba, de pie bajo la lluvia, buscando algo… no se sabía qué.
Aunque era pleno verano, el aguacero repentino hizo que Gu Yu temblara de frío. ¿Por qué Su Yue estaba bajo la lluvia, buscando entre los arbustos?
Una sensación inquietante se instaló en su pecho. Conociendo el carácter de la Gu Yu original, seguro que todo esto tenía que ver con ella en un noventa por ciento.
Tragó saliva con nerviosismo.
—Su… Su Yue, ¿qué estás haciendo? ¡Vuelve conmigo! —Gu Yu se acercó y le sujetó la muñeca delgada, queriendo llevársela a toda costa. Ya estaba empapada. El rostro frío y orgulloso de Su Yue, por lo general inalterable, ahora mostraba una ligera preocupación. ¿Y era por ella?
—¿Gu Yu? —La voz de Gu Yu la hizo levantar la cabeza con incredulidad. La miró, y enseguida le retiró la mano con frialdad. Retrocedió varios pasos, con los ojos llenos de desconfianza.
El vestido negro de alta costura de Gu Yu estaba completamente empapado, el tejido delgado pegado a su piel, marcando cada curva de su figura. Por la prisa, el borde del vestido se había manchado de barro. Su pierna blanca mostraba un gran moretón en la rodilla, apenas disimulado por el intento torpe de cubrirlo con la falda. Incluso alguien tan orgullosa como ella podía verse así de desaliñada…
Su Yue seguía observándola con frialdad, con una expresión vigilante, como un conejito blanco asustado ante un depredador.
¿Con qué truco venía ahora esta mujer?
Su Yue frunció ligeramente los labios, sin responderle, sin siquiera prestarle atención.
A los ojos de Gu Yu, Su Yue parecía en ese momento una delicada flor blanca, meciéndose débilmente bajo la tormenta. En sus ojos brillaban gotas que no se sabía si eran lluvia o lágrimas. Su cabello, empapado, goteaba sin parar; el borde de su vestido blanco estaba manchado de barro. El delgado vestido de gasa, completamente empapado, delineaba su figura frágil y hermosa con una nitidez que dolía de ver.
Y aun así, a pesar de lo vulnerable que se veía, en la mirada de Su Yue no había ni una pizca de autocompasión. Sus ojos, serenos como un lago en calma, se clavaban fríos en Gu Yu, firmes como una flor blanca que se niega a doblarse.
El corazón de Gu Yu se encogió aún más.
—¿La señorita Gu no lo sabe? —dijo Su Yue con sarcasmo.
Esa sola frase hizo que a Gu Yu le subiera la presión de golpe.
—¿No fuiste tú la que dijo que había robado tu collar? ¡Ese collar era tan caro que ni vendiéndome alcanzaba! Dijiste que no podía volver hasta encontrarlo. ¿Ya olvidaste eso?
—Vaya… qué memoria la suya, señorita.
Su Yue desvió la mirada con frialdad. Su cuerpo temblaba sin cesar. Claramente, llevaba mucho tiempo buscando bajo la lluvia.
Mirando a esa chica tan frágil frente a ella, Gu Yu sintió una punzada de compasión que no pudo reprimir. ¿Qué clase de mente cruel y retorcida podía hacerle algo así a alguien como ella? ¿Cómo había sido capaz de dejarla sola, bajo esta lluvia, empapándose hasta los huesos?
—Ay, Gu Yu, Gu Yu… de verdad que no tienes perdón. ¿Cómo pudiste hacerle esto a alguien así? No es de extrañar que todos te odien. Con razón… con razón nadie quería salvarte.
—Por más caro que sea ese collar… no vale más que tú.
¡Ay, niña tonta! Esa Gu Yu lo hizo a propósito para fastidiarte. ¡Seguramente ni siquiera perdió ese dichoso collar!
Gu Yu, sin pensarlo mucho, volvió a tomar a Su Yue de la muñeca, con la intención de llevarla adentro. Pero Su Yue se resistió de inmediato, como una gatita asustada que ha sufrido demasiadas veces. Se soltó instintivamente, retrocediendo con desconfianza, sin quitarle los ojos de encima.
Gu Yu se quedó inmóvil un segundo. Al fin entendió la mirada de Su Yue, tan llena de emociones contenidas.
Y es que, en la novela, la antigua Gu Yu se la pasaba acosándola cada tres días, y humillándola cada cinco. Era normal que Su Yue reaccionara con esa desconfianza. Después de todo, había sufrido bastante en silencio. La presencia de Gu Yu para Su Yue era como estar atrapada en una trampa llena de cepos para cazar. Y la que tendía esas trampas… era justo ella.
¿Cómo iba Su Yue a saber que la “Gu Yu” que tenía enfrente ya no era la misma? Desde su punto de vista, esa súbita amabilidad solo podía parecer una trampa más. Reconstruir su confianza… no sería nada fácil.
Mientras la miraba empapada, temblando de frío pero aún con la cabeza en alto, Gu Yu sintió el peso del mundo sobre los hombros. Lo primero era llevarla de vuelta.
Se aclaró la garganta y, imitando el tono frío y altivo de la Gu Yu original, dijo:
—Te estoy diciendo que vuelvas conmigo. ¿O acaso piensas hacer que esta señorita se quede aquí empapándose contigo?
Su Yue se quedó helada. Apretó los labios… y no dijo ni una palabra.
Gu Yu ya no tenía prisa. Total, ya estaba empapada. Y ese día, pasara lo que pasara, no pensaba rendirse. Pasaron unos segundos antes de que la chica frente a ella, con voz apenas audible, susurrara una sola palabra:
—Está bien.
—¿Y qué esperas para volver entonces? —Gu Yu soltó un suspiro de alivio. Viendo que Su Yue aún seguía con esa expresión alerta, no insistió en tomarle la mano. Simplemente se dio la vuelta y caminó de regreso. Detrás de ella, se oyeron pasos. Por fin, había logrado hacer que esa pequeña omega volviera.
Su Yue había estado tanto tiempo bajo la lluvia que, dondequiera que se parara, dejaba un charquito a su alrededor. Temblaba sin parar, menuda y frágil, su rostro pálido y vulnerable. En medio de aquella enorme casa, parecía tan sola y desprotegida…
Gu Yu comenzó a buscar desesperadamente algo con lo que pudiera secarla o al menos cubrirla. Apenas acababa de llegar a ese lugar y no conocía bien el entorno, así que se sintió un poco perdida. Por suerte, encontró algo que le pareció adecuado. Era una manta blanca, suave y esponjosa, parecida a un chal. La tomó y se acercó rápidamente a Su Yue, envolviéndola con ella con sumo cuidado.
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