Con un solo vistazo, Gu Yu lo confirmó: ese diseño era suyo. La caída del tejido, la forma de las costuras, la delicada curva del escote… No cabía duda. Esa prenda había salido de sus manos.
Jamás pensó que acabaría siendo usada por una antigua conocida de la original.
Y justo cuando aún procesaba la coincidencia, Lan Xi, como si hubiera leído sus pensamientos, le tomó la mano con una sonrisa traviesa y la colocó suavemente sobre su cintura, guiándola hasta la tela.
—Si tanto te gusta, ¿por qué no lo compruebas tú misma?
Su voz era suave, como el burbujeo de un espumante dulce, y su mirada, más turbia de lo que su sonrisa dejaba entrever. Sus ojos color cristal rosado brillaban como gemas tentadoras, mientras el aroma de cereza del vino espumoso que llevaba impregnado la envolvía, como si tejiera a su alrededor una red seductora.
Gu Yu sintió la cabeza ligeramente embotada. El efecto del feromona de Lan Xi se filtraba como un perfume embriagador, y cada roce, cada provocación sutil, hacía que su cuerpo se inclinara, casi inconscientemente, hacia esa cercanía peligrosa.
Estaba cayendo… hasta que una mano fría como el hielo la trajo de vuelta.
Una mano firme sujetó su antebrazo y la apartó de ese hechizo. Con rostro severo, Su Yue apartó la mano de Lan Xi con una fuerza que no admitía réplica, arrastrando a Gu Yu tras de sí con gesto protector.
Gu Yu parpadeó, desorientada, el cuerpo aún temblando por el efecto del espumante en el aire. Pero esa frialdad en la piel, ese contacto con Su Yue, bastó para que su mente recuperara claridad.
—Señorita Lan —dijo Su Yue con tono gélido—, ya estamos todos. El director nos espera para comenzar la grabación.
Sus ojos carmesí centelleaban con una amenaza velada. Un aura fría y cortante se extendía a su alrededor.
Maldito espumante, pensó Gu Yu con el corazón aún latiéndole en la garganta.
Pero Lan Xi no se inmutó. Observó con interés la escena, como una espectadora en medio de una función inesperada. Sus ojos, esos dulces cristales rosados, se clavaron con intención en Gu Yu, luego en Su Yue.
—Vaya… parece que tu amiga no me recibe con demasiada calidez —comentó, con una sonrisa encantadora, aunque vacía de emoción—. ¿Acaso esta hermosa dama es tu pareja? Porque no me lo habías contado, ¿sabes?
Sus palabras fueron suaves como terciopelo, pero en su mirada brilló una chispa de desafío gélido.
—No lo soy —respondió Su Yue con calma—. Pero me parece que usted tampoco, señorita Lan. ¿O me equivoco?
Su Yue tampoco se quedó atrás. Sus ojos carmesí, como vino tinto bajo la sombra, ocultaban un filo tan cortante como el de una daga. Se colocó firme frente a Gu Yu, protegiéndola con todo su cuerpo, sin dejar ningún espacio.
Dos fuerzas enfrentadas, como aguja contra cuchillo. Ninguna dispuesta a ceder.
Gu Yu, que observaba la escena cada vez más tensa, sintió cómo el ambiente empezaba a cargarse peligrosamente. Aunque no entendía por qué Su Yue y Lan Xi de repente parecían estar a punto de iniciar una guerra, algo tenía claro: estaban en público, ambas eran figuras conocidas, y si la cosa se descontrolaba era seguro que acabarían en las tendencias.
Y si estaban cerca de ella, ¡también se la llevaría puesta! Bastaría una mala toma, un titular malicioso, y ya se vería envuelta en algún escándalo del que después nadie se haría cargo… más que ella.
No, no, no. Nada de cargar con culpas ajenas. Ya bastante tenía con sobrevivir aquí.
Justo cuando notó que algunas cámaras empezaban a girar hacia su dirección, Gu Yu apretó los dientes, se armó de valor y tomó suavemente la mano de Su Yue, dándole unas palmadas tranquilizadoras. Su voz, baja y suave, se deslizó con ternura:
—No te preocupes, ya que es mi amiga, déjamelo a mí.
Y sin volver la cabeza, caminó directo hacia Lan Xi, dejando a Su Yue clavada en el lugar.
En los ojos de Su Yue, el mar parecía agitarse en una tormenta silenciosa. Apretó los labios con fuerza y observó la silueta de Gu Yu alejarse paso a paso. Esa sensación amarga que brotaba en su pecho era como una espina, enredándose más y más.
—Perdón… Su Yue no lo hizo con mala intención. Por favor, no se lo tomes a mal —dijo Gu Yu al llegar junto a Lan Xi.
—Mmm~ o sea que no te gusta esa chica, ¿cierto? —Lan Xi se recogió un mechón de su rizada melena dorada con gracia. El fulgor de su figura bajo los reflectores no perdía en absoluto frente a ninguna alfa, desbordando elegancia y un aire envolvente.
“¿Eh? ¿Qué no se está yendo por las ramas…?”
Gu Yu lanzó una mirada furtiva hacia atrás. Y como si lo hubiera estado esperando, los ojos rojo vino de Su Yue seguían fijos en ella. Esa mirada intensa hizo que Gu Yu sintiera un leve escalofrío.
Seguramente Su Yue no quería escuchar de su enemiga ninguna declaración sobre que “le gusta”. De hecho, probablemente no quería oír ni su nombre…
Después de pensarlo un poco, Gu Yu eligió sus palabras con cuidado:
—Ella… es solo una amiga…
“Aunque ni siquiera estoy segura de eso. Tal vez ni siquiera lo somos… Después de todo, en su momento no me respondió, ni siquiera quiso escucharme. Pero bueno, solo estoy intentando calmar a Lan Xi, no creo que Su Yue se lo tome a mal…”
Volvió a mirar por encima del hombro… y se congeló.
Los ojos que la observaban ya no eran solo rojos, sino oscuros como la sangre, cubiertos por una neblina densa. Gu Yu incluso creyó distinguir en ellos un rastro… ¿de reproche?
¿Eh? ¿Le molestó lo que dijo?
Gu Yu sintió una punzada helada en el pecho. Pero fuera de eso, realmente no tenía una mejor respuesta. No podía simplemente asentir ante lo que Lan Xi había dicho, ¿verdad?
Al ver su expresión incómoda, Lan Xi finalmente dejó de presionarla.
Imitando a Gu Yu, levantó la mano y le revolvió suavemente el cabello, como si fuera ella la mayor y Gu Yu la menor.
—Ya, ya, solo le estaba haciendo una broma a la señorita Su. Seguro que no te molestó, ¿verdad?
—Ja… ja… —Gu Yu rió con torpeza. ¡Una broma dice! Para ella había sido como caminar por el filo del infierno ida y vuelta…
Por dentro quería llorar, pero no podía decir nada. Aquí, todos eran personas de alto perfil. Ella era solo una figurante más, incapaz de hacer frente a nadie. Mejor mantenerse como un fantasma invisible.
Justo entonces, el director empezó a llamar al equipo. Gu Yu se preparó para reunirse con los demás, deseando con todas sus fuerzas que las grabaciones terminaran rápido para poder irse cuanto antes.
—¡Espera! —la llamó Lan Xi.
Entonces, como si preparara una sorpresa, Lan Xi le acomodó algo en el pecho. Gu Yu bajó la mirada y vio un broche en forma de rosa, delicadamente brillante, engastado con diminutas piedras que centelleaban como chispas.
El broche era exquisito. Pequeño, pero elegante y lujoso, con pétalos tallados en rubíes que resplandecían con un rojo intenso. Solo verlo bastaba para saber que valía una fortuna.
Lan Xi asintió, satisfecha:
—Este broche te queda perfecto. Considéralo mi regalo de reencuentro.
—¡Esto es demasiado valioso, no puedo aceptarlo! —Gu Yu intentó rechazarlo de inmediato. No porque no le gustara el broche, sino porque no se sentía capaz de aceptar semejante obsequio de una desconocida.
—No tienes que sentir que me debes algo —respondió Lan Xi con una sonrisa encantadora—. Mi familia se dedica a las joyas, este tipo de piedras me sobran, ya estoy harta de verlas. Acéptalo tranquila, ¿sí? ¡Y no me lo rechaces!
Le guiñó un ojo, traviesa, mientras le acomodaba un poco la ropa. A Gu Yu casi se le cayó la mandíbula.
¿Así que esto era vivir en una novela? Cualquier chico o chica guapo era millonario… y ella, la pobre extra, todavía tenía que andar con pies de plomo.
Sintió una punzada de amargura, como si ni siquiera su sonrisa pudiera sostenerse ya.
“Ah, cierto… ¿y Su Yue?”.
Gu Yu se dio la vuelta para buscarla, pero descubrió que ya no estaba en el lugar de antes.
Se abrió paso entre la multitud con dificultad y finalmente la vio… pero no estaba sola.
Su Yue estaba hablando y riendo con Qin Mo. Rodeándolos, había varios alfas de aspecto apuesto —sin duda pretendientes de Su Yue.
Gu Yu se detuvo en seco, incapaz de dar otro paso.
Fue entonces cuando lo comprendió: en todos los momentos que habían pasado juntas, Su Yue nunca había sonreído de aquella manera frente a ella. Nunca así de libre. Nunca así de feliz.
Un amargor subió por su pecho. Se llevó la mano al corazón… allí donde sentía una opresión como si le faltara el aire.
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Comentarios del capítulo "Capítulo 20"
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