Gu Yu no dudó ni un segundo. Siguió con decisión la línea del daño y recortó un trozo de tela, dándole una forma irregular. Luego, con los materiales que encontró en el tocador, empezó a combinar y rediseñar.
El vestido original tenía un estilo occidental, pero con el dobladillo rasgado, Gu Yu optó por eliminar esa parte por completo. Rediseñó la falda con un drapeado en la cintura, añadiendo adornos delicados que resaltaban la silueta. En los hombros colocó un par de gasas que caían suavemente, como alas, haciendo que el vestido desprendiera un aire etéreo y encantador.
Faltaba lo más difícil: disimular la zona dañada.
Gu Yu levantó ligeramente el dobladillo roto y lo fijó en su sitio. Al alzar la vista, sus ojos se posaron en el jardín cercano, justo donde florecían unas blancas rosas silvestres.
Sin importarle la imagen, salió corriendo y cortó algunas flores. Una espina le pinchó el dedo, dejando una gota de sangre en su piel.
Regresó al tocador, tomó una cinta de seda azul en degradé y envolvió con ella cada flor, fijándolas una por una sobre el desgarrón, cosiéndolas con puntadas firmes.
Como toque final, espolvoreó brillantina plateada sobre los pétalos suaves y delicados. El resultado: un vestido que parecía una obra de arte, como una constelación de estrellas donde brotaban rosas blancas. Era sencillamente deslumbrante.
—Uff… Por fin está terminado —susurró Gu Yu, limpiándose el sudor de la frente mientras remataba los últimos detalles.
Sus dedos, firmes y hábiles, se deslizaban entre las capas de tul, cruzando aguja e hilo con una destreza que hablaba de años de experiencia.
Pero justo cuando estaba por dar la última puntada, la puerta del tocador se abrió de golpe.
Gu Yu se sobresaltó, girando de inmediato hacia la entrada.
Un hombre de rostro sereno y aura elegante apareció en el umbral. Su figura alta y esbelta proyectaba una sombra nítida bajo la luz.
Se detuvo.
Su mirada recorrió con calma la escena: retazos de tela esparcidos por el suelo, alfileres y gasas desordenadas. Finalmente, su vista se fijó en Gu Yu, que estaba sentada en el suelo con aguja e hilo en la mano.
—¿Lu Yang? —Gu Yu abrió mucho los ojos, totalmente incrédula—. ¿Tú qué haces aquí?
Lo había visto hacía unos días durante la grabación del programa, pero no eran cercanos. ¿Qué hacía él aquí, justo ahora?
Lu Yang la miró, y una sonrisa algo maliciosa asomó en su rostro. Sus ojos almendrados, ligeramente rasgados, tenían ese brillo pícaro de zorro astuto, y sus pupilas color avellana parecían leerle el alma.
—¿Y qué está haciendo aquí la señorita Gu? —preguntó con voz suave, una ceja arqueada, el tono teñido de diversión. —Ese vestido… ¿no era de la señorita Su?
Pero antes de que ella pudiera decir nada, Lu Yang avanzó tranquilamente entre los trozos de tela y se agachó frente a ella. Su expresión se volvió seria.
Extendió la mano hacia su espalda y tomó algo que había allí detrás.
Era una bolsa de papel marrón, elegante y perfectamente sellada.
Gu Yu sintió cómo se le helaba la sangre.
¡Maldita sea!
¡Esa es la bolsa con el vestido del pedido que debía entregar Li Zhiyun al cliente!
Gu Yu aspiró con fuerza.
¿Lu Yang la había visto cosiendo el vestido?
¡Seguro que sí, seguro que la había visto!
“¡Maldita sea! ¡Debí haber cerrado con llave!”, pensó angustiada.
Con un nudo en la garganta, trató de bajarse la visera de la gorra para cubrirse el rostro. Pero al buscar el borde con la mano, se dio cuenta con horror de que… ¡se la había quitado al entrar! ¡Igual que el cubrebocas!
En ese momento, tenía el cabello suelto, la gabardina negra toda arrugada y, para colmo, sostenía el vestido de Su Yue entre las manos. Sus “disfraces” estaban todos tirados en el suelo entre montones de retazos de tela. Perdidos.
Listo. Estaba completamente expuesta.
Sintió cómo se le encendía el rostro. Le ardían las mejillas, sudor fino le cubría la frente, y podía escuchar claramente el retumbar acelerado de su propio corazón.
—Vaya, señorita Gu… quién diría que se escondía tanto talento —dijo Lu Yang con una media sonrisa.
El corazón de Gu Yu se hundió. Sabía que esta vez no iba a poder salir del lío.
—No sé de qué estás hablando —murmuró con voz tensa, forzando la compostura mientras apretaba con fuerza la gasa blanca del vestido.
Lu Yang soltó una risa baja.
—Conmigo no necesitas fingir. Después de todo… —alzó el brazo y sacudió la bolsa que tenía en la mano—. Yo fui quien encargó esto.
Solo entonces Gu Yu vio claramente el nombre en la etiqueta.
¡Era de Lu Yang!
—¡¿Qué?! —exclamó, los ojos completamente abiertos, incrédula.
¿La prenda que había diseñado… era para él?
¿Cómo era posible tanta coincidencia maldita?
Gu Yu sintió cómo la vergüenza le trepaba hasta las orejas, que ya estaban tan rojas que casi podían sangrar.
—E-eso… Yo solo lo encontré tirado —balbuceó, girando el rostro para evitar su mirada. Su expresión, normalmente fría y serena, ahora estaba teñida de nerviosismo.
—¿Ah, sí? —Lu Yang se agachó con aire relajado, con esa típica expresión de zorro astuto—. Entonces, señorita Gu, ¿cómo explicamos lo que tiene en las manos?
¿Lo que tenía en las manos…?
Gu Yu bajó la vista.
Aún sostenía aguja e hilo, y en su regazo reposaba el vestido ya reparado, brillando con una belleza serena que no podía ocultarse.
—Recuerdo que el vestido original de la señorita Su no era así, ¿cierto? Además, escuché que su vestido fue dañado hace poco… aunque, casualmente, apareció por ahí una diseñadora de modas que últimamente ha ganado bastante fama…
La voz de Lu Yang era perezosa, despreocupada, pero sus ojos castaños oscuros, aunque parecían cansados, no perdían ese brillo agudo y perspicaz.
—La señorita Su sí que tiene buena suerte. No importa qué problema enfrente, siempre aparece alguien dispuesto a ayudarla. Qué envidia, ¿no le parece, señorita Y?
El tono era afirmativo. Gu Yu lo supo en cuanto lo oyó.
Pero, llegado este punto, no tenía forma de refutarlo. Lu Yang era demasiado astuto, y el momento en que la había sorprendido… era demasiado oportuno. No tenía cómo justificar lo obvio.
Al final, solo pudo suspirar, resignada.
—Dilo de una vez. ¿Qué quieres? Solo espero que puedas mantenerlo en secreto. Mientras no se trate de algo que cruce una línea moral, haré lo que pueda por ti.
Bah, si con eso podía taparle la boca, entonces no tenía mucho que pensar. Si había que pagar algún precio, lo haría.
—Jamás imaginé que esa era la imagen que tenías de mí, señorita Gu. Qué decepción… —Lu Yang fingió limpiarse una lágrima imaginaria en el rabillo del ojo.
Gu Yu bufó con frialdad. Esa actuación era ridículamente mala.
—¿Qué quieres, entonces? Si sigues diciendo tonterías, retiro lo que dije.
Al oír eso, la sonrisa de Lu Yang se amplió.
—Tú sabes bien que revelar tu secreto no me trae ningún beneficio…
Gu Yu frunció el ceño y lo miró con desconfianza.
—No me malinterpretes, no es nada grave —dijo él—. En realidad, mi petición no es tan difícil: solo quiero que, de ahora en adelante, me diseñes ropa gratis… y sin necesidad de hacer cita. Si estás de acuerdo, consideraré guardar tu secreto. ¿Qué dices? ¿Te tienta el trato?
Por favor, introduzca su nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Usted recibirá un enlace para crear una nueva contraseña a través de correo electrónico.
Comentarios del capítulo "Capítulo 31"
MANGA DE DISCUSIÓN