—¿Sin cita previa y además te hace la ropa gratis?
Gu Yu respiró hondo, conteniéndose apenas antes de gritar “¡¿por qué no vas y le robas directamente, ya que estamos?!”.
En todos sus años de carrera, nunca se había topado con alguien tan descarado.
“Qué mala suerte la mía”, pensó, furiosa. “Tenía que cruzarme justo con ese viejo zorro de Lu Yang”.
La rabia le hervía en la garganta, los dientes casi crujían de la tensión.
Pero el zorro en cuestión parecía encantado de provocarla. Con los ojos entrecerrados y una expresión perezosa, sonreía con esa seguridad insoportable de quien sabe que ya ganó.
—¿Qué pasa, señorita Gu? ¿No le parece un buen trato? —preguntó con su tono suave y burlón.
Lu Yang alzó una ceja, fingiendo descubrir algo:
—Ah, ya entiendo. Entonces… ¿quiere decir que la señorita Gu prefiere que todos sepan ya mismo que usted es la famosa diseñadora Y? —
Esa sonrisa suya, llena de malicia, la hizo hervir por dentro.
—Aunque claro —continuó él con fingida amabilidad—, con la popularidad que tiene ahora, revelarlo tan pronto quizá sería un error. Las cosas podrían volverse en su contra, ¿no cree?
Gu Yu se quedó sin palabras.
Maldita sea… lo había adivinado.
Tenía sus razones para mantener el secreto, y bajo ninguna circunstancia podía permitirse ser descubierta todavía.
Apretó los puños. Por su futuro, no tenía más opción que aceptar.
—Está bien… acepto. —Las palabras le salieron a duras penas, una por una, cargadas de pura resignación.
Lu Yang sonrió con triunfo, entornando los ojos de zorro.
—Sabía que la señorita Gu era una mujer inteligente.
Agitó la bolsa que llevaba en la mano y se dio media vuelta con aire de suficiencia.
—Entonces, espero con ansias nuestra próxima reunión, señorita Gu.
Y antes de irse, añadió con un guiño:
—La conferencia de presentación está por comenzar. Si todavía no ha terminado su trabajo, le recomiendo que se apure.
Se alejó con paso ligero, como un ladrón satisfecho con su botín.
Gu Yu lo observó con furia contenida.
¡Lu Yang! Qué hombre más detestable… ¿Cómo podía existir alguien tan sinvergüenza?
Reprimiendo el enojo, respiró hondo y se obligó a concentrarse.
Tomó aguja e hilo y terminó los últimos ajustes del vestido.
—Por fin… justo a tiempo.
Se colocó una gorra, un cubrebocas y unas gafas de sol. Totalmente cubierta, agarró el vestido y salió corriendo hacia el recinto del evento.
—¡Jefa Gu! —Li Zhiyun la vio llegar y se apresuró a recibirla, tomando el vestido con cuidado.
—No te preocupes por mí, ve y entrégaselo a Su Yue ahora mismo —dijo Gu Yu entre jadeos, haciéndole un gesto con la mano.
—Sí, jefa. Voy enseguida.
Li Zhiyun corrió hacia el camerino con el vestido en brazos, mientras Gu Yu se apoyaba contra la pared para recuperar el aliento.
Se bajó un poco el cubrebocas, inhaló aire fresco y trató de recomponerse.
El diseño no era complicado, pero el tiempo había sido mínimo, los materiales escasos y la tensión agotadora.
Solo había hecho lo mejor que pudo por Su Yue. No sabía si le gustaría el resultado, pero era la mejor solución posible dadas las circunstancias.
—Me pregunto si Qin Mo ya habrá encontrado a la persona que arruinó el vestido original de Su Yue… —murmuró, mirando distraídamente el pasillo.
De pronto, Gu Yu frunció levemente el ceño.
No era que dudara de las habilidades de Qin Mo; sin embargo, si la persona responsable resultaba ser uno de los hombres de Gu Shengming, entonces sería muy difícil que Qin Mo pudiera hacer justicia por Su Yue. Al fin y al cabo, el grupo principal aún no estaba completo ni tenía suficiente fuerza para enfrentarse a él. Si actuaban con prisa, podrían caer en una trampa y alertar al enemigo antes de tiempo.
Gu Yu dudó un momento. ¿Debía ir ella misma?
Probablemente Qin Mo todavía no había encontrado a esa persona, o tal vez se había topado con algún obstáculo. Pero si esperaba más, el evento terminaría, y después sería casi imposible encontrar al culpable.
—Mmm… ¡voy yo! —decidió apretando el puño, con una chispa de determinación brillando en sus ojos claros.
Fuera como fuera, debía confrontar a ese sujeto. Si alguien se atrevía a sabotear a Su Yue, era como si se metiera directamente con ella, Gu Yu. No importaba cómo, pero esa persona tenía que pagar por lo que había hecho.
Se colocó nuevamente el cubrebocas, subió el cuello de su gabardina y salió del edificio, perdiéndose entre la multitud.
Recordaba bien lo que había pasado en la historia original: era Gu Yu quien enviaba a alguien a arruinar el vestido de Su Yue, y ese hombre era capturado por Qin Mo justo cuando intentaba escapar saltando el muro del recinto.
Pero ahora que ella había cambiado el curso de los acontecimientos, ese vacío en la trama debía haberlo llenado Gu Shengming.
Una idea se le encendió en la mente.
Cruzó el gentío y salió por la puerta trasera, adentrándose en la zona que el texto original mencionaba: un descampado abandonado, cubierto de maleza amarillenta, donde casi nunca pasaba nadie. El ambiente era desolado y un tanto siniestro.
Avanzó con pasos silenciosos, observando con atención cada rincón del patio trasero, sin perder de vista ni el más leve movimiento.
Una ráfaga repentina agitó los matorrales, haciendo crujir las ramas secas. Algunas hojas se desprendieron, revoloteando al suelo.
Por el rabillo del ojo, Gu Yu vio moverse una sombra negra.
Sus ojos se endurecieron. Tomó una vara de madera del suelo y se acercó con cautela hacia el rincón donde había visto la figura.
Golpeó con fuerza, pero el aire fue lo único que encontró.
El lugar estaba vacío.
¡Maldita sea! Pensó de inmediato que había caído en una trampa.
Sintió el silbido de algo cortando el aire detrás de ella.
Gracias a su agudo instinto, Gu Yu giró justo a tiempo para esquivar el ataque.
Un destello frío pasó frente a sus ojos. Retrocedió unos pasos, empuñando la vara con firmeza.
Aquel atacante… ¡llevaba un arma!
Los lentes oscuros ocultaban su mirada, pero en el fondo sus ojos se afilaron con una mezcla de alerta y determinación.
Frente a ella había un hombre delgado, de aspecto insignificante. No percibía en él el aroma de ningún feromona; debía ser un beta.
En la empuñadura del arma se veían unas hebras delgadas enrolladas: seguramente era el responsable del sabotaje que buscaba.
Su cuerpo tenso, su respiración irregular… sí, era precavido, pero también parecía aterrorizado. Era sorprendente que alguien tan débil hubiera podido infiltrarse en el camerino sin ser visto.
Después de ese primer ataque, el hombre retrocedió con torpeza. Su rostro estaba empapado en sudor, las manos le temblaban al sostener el cuchillo. Parecía más desesperado que agresivo.
Gu Yu entrecerró los ojos. ¿Estaba asustado?
¿Acaso no era uno de los hombres de Gu Shengming?
Según lo que recordaba de la historia original, todos sus subordinados eran despiadados y violentos.
Este, en cambio, parecía estar a punto de quebrarse.
Si no era de Gu Shengming… entonces ¿quién lo había enviado a sabotear el vestido de Su Yue?
—¡N-no te muevas! —balbuceó el hombre, apuntándole con el cuchillo—. ¡Un paso más y te juro que…!
El sudor resbalaba por su rostro enjuto.
Estaba tan alterado que Gu Yu ya no sabía si lo que le caía por las mejillas era sudor o lágrimas.
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Comentarios del capítulo "Capítulo 32"
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