Gu Yu sonrió con naturalidad, sin notar nada extraño.
—Si no fuera por ti, habría terminado durmiendo en el comedor.
¿Solo venía a decir eso?
Su Yue se quedó un momento inmóvil, bajó la mirada.
Debería sentirse aliviada: su locura de anoche no había sido descubierta. Y sin embargo, algo en su pecho se sentía vacío, como si algo importante se le hubiese escapado entre los dedos.
—…No pasa nada, no pesas mucho —dijo al fin, con voz baja.
—Y gracias por la cena de anoche —añadió Gu Yu, sonriendo de nuevo.
Su Yue apartó la vista; en sus ojos color vino destelló un brillo débil, fugaz como una chispa.
—Tengo cosas que hacer hoy. Me voy.
Retrocedió un paso y salió casi huyendo.
Gu Yu la siguió con la mirada hasta que su silueta desapareció por completo. Luego suspiró, se dejó caer en el sillón del jardín y se sirvió una taza de té. El aire tibio del verano y el sonido de las hojas meciéndose parecían calmarle un poco la mente aún nublada.
Pero la calma duró poco.
—Señorita Gu, venga con nosotros.
La voz, grave y cortante, la hizo alzar la cabeza.
Varios hombres corpulentos, vestidos de negro, cruzaron el portón sin permiso. Los guardias de la entrada apenas pudieron detenerlos antes de que empujaran las puertas y entraran con pasos pesados.
Gu Yu frunció el ceño, y sus ojos claros se enfriaron como un cristal en invierno.
—¿Quiénes son ustedes? Entrar así en casa ajena… ¿no conocen la palabra “educación”?
Su tono era gélido, su presencia tan firme que incluso los intrusos parecieron dudar por un segundo.
Pero el hombre que encabezaba al grupo mantuvo la mirada fría.
—El señor Gu nos envió. Debe acompañarnos al set de filmación.
—¿Filmación? ¿De qué estás hablando? —preguntó Gu Yu, aunque en su pecho ya se extendía una sensación ominosa.
¿Una audición? ¿Otra aparición pública? ¿Después del programa? No tenía sentido.
—El señor Gu dijo que un director muy reconocido acaba de volver del extranjero. Está preparando una película y quiere que usted obtenga uno de los papeles principales.
—¿Qué? —Las palabras le golpearon la mente como un zumbido.
¿Gu Shengming… quería que actuara en una película?
Solo pensar en él le revolvía el estómago. Aquella vez que la había llamado, su olor a tabaco barato, su mirada turbia, la sensación helada de peligro que aún recordaba… todo regresó de golpe.
Había creído que, tras el programa, tendría un respiro y podría evitarlo por un tiempo. Pero ahora él la estaba obligando otra vez.
—¿Y si me niego? —preguntó con frialdad.
El jefe de los guardaespaldas no parpadeó.
—Lamento decirlo, señorita, pero el señor Gu nos ordenó usar la fuerza si usted no coopera.
Apenas terminó de hablar, los hombres dieron un paso al frente.
—¡¿Qué están haciendo?! —gritó la tía Lin, apareciendo junto a varios guardias del lugar. La tensión se extendió por todo el vestíbulo como una cuerda a punto de romperse.
Los intrusos no retrocedieron. El aire se volvió pesado, amenazante.
Entonces, la voz de Gu Yu resonó clara, tranquila, en medio de la confrontación:
—Basta.
Su mirada era afilada como una hoja.
—Solo es una audición, ¿no? Iré.
—¡Señorita! —exclamó la tía Lin, alarmada.
Gu Yu giró la cabeza hacia ella y le sonrió apenas.
—No pasa nada. Solo es una prueba. No te preocupes por mí.
Dicho eso, se enderezó y caminó hacia los hombres de negro, con la misma elegancia con la que un cisne se adentra en aguas desconocidas, sin dejar ver el temblor que ocultaba bajo la piel.
Gu Yu dejó escapar un suspiro casi imperceptible y se dio media vuelta.
—Voy a cambiarme de ropa. Esperen afuera —dijo con frialdad.
Los guardaespaldas no se movieron. Permanecieron allí, rígidos, como si no hubiesen oído nada.
Ella alzó una ceja y soltó una risa corta, sin humor.
—¿Qué pasa? ¿Temen que me escape? Si ni siquiera pueden confiar en eso, tal vez no sirvan para este trabajo. Mis guardias del domicilio hacen mejor su labor que ustedes.
El comentario les cayó como una bofetada. El líder de los hombres de negro vaciló unos segundos, pero finalmente levantó la mano, ordenando al resto que saliera.
Cuando la puerta se cerró, Gu Yu subió a su habitación.
Se cambió rápido, escogiendo un atuendo sobrio pero elegante, y antes de salir tomó un pequeño frasco de pastillas que guardó discretamente en el bolsillo. Luego bajó las escaleras y salió por la puerta principal.
Uno de los guardaespaldas le abrió la puerta del coche. Ella subió al asiento trasero sin decir palabra.
El vehículo arrancó, dejando atrás la mansión. A través del cristal, Gu Yu alcanzó a ver el rostro preocupado de la tía Lin, que se quedaba mirando cómo se alejaba el auto.
Una sonrisa amarga le curvó los labios.
“En este mundo, la única persona que realmente se preocupa por mí… eres tú, tía Lin”.
“Qué sola estás, Gu Yu”.
Los árboles se deslizaban hacia atrás como sombras fugaces. La ciudad quedaba atrás poco a poco.
Gu Yu cerró los ojos. En su mente apareció, con precisión dolorosa, la trama de la historia.
La película para la que iba a audicionar se llamaba “Aire intoxicado”, una nueva producción de un reconocido director recién regresado del extranjero. Ella competiría por un papel secundario femenino.
Y la protagonista principal de esa película… era Su Yue.
El simple pensamiento la hizo soltar otro suspiro, más profundo.
Aquel director tenía fama de ser exigente, casi tiránico en su búsqueda de la perfección. Su Yue era una actriz talentosa; era lógico que el papel protagónico le hubiera sido ofrecido directamente. Pero ella, Gu Yu, estaba allí por razones muy distintas.
En la novela original, su pobre actuación jamás habría sido digna de un casting así. Era Gu Shengming quien había movido los hilos.
Todo con un propósito: convertirla en una fuente de dinero para la empresa familiar. Para él, ella no era más que un activo rentable.
Hasta que lograra derribarlo, nunca sería libre.
El auto avanzaba por una avenida cubierta de árboles; los pétalos caídos se arremolinaban al paso de las ruedas. Era la misma calle que había recorrido con Su Yue camino al hospital. El mismo sol, el mismo aire templado.
Gu Yu respiró hondo. No podía permitirse flaquear.
El coche se detuvo frente al estudio de filmación. Bajó junto a los guardaespaldas y entró al edificio.
El set estaba casi listo: el fondo verde montado, los focos encendidos, los técnicos moviéndose con prisa pero en silencio, como si el aire mismo contuviera la respiración.
A los aspirantes se les entregaban números para esperar su turno. Gu Yu tomó el suyo: el número 7.
Se apartó a un lado, alisó el cabello con los dedos y lo echó hacia atrás del oído. Nadie se le acercó a hablar. Algunos la reconocieron, sí, pero sus miradas eran de burla o desdén.
No les prestó atención. En su mente repasaba los nombres: en “Aire intoxicado”, Su Yue era la protagonista; el actor principal, Lu Yang.
De repente, el ambiente cambió.
—¡Miren, es Su Yue!
—¡Ahhh! ¡De verdad es ella! ¡La adoro!
—¡Y está con Lu Yang! Seguro son los protagonistas, ¿no?
—¡Qué emoción! ¡Yo soy fan de su pareja en pantalla!
—Solo con verlos juntos ya vale la pena este proyecto…
El pasillo se llenó de murmullos y suspiros.
Gu Yu levantó la vista, un poco distraída, siguiendo la dirección de todas las miradas…
Y justo entonces, sus ojos se cruzaron con los de Su Yue.
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