Anzhi caminaba nerviosa por la habitación. Cuando Yan Xi entró, ni siquiera cerró la puerta; al fin y al cabo, en esa planta solo estaban ellas dos.
—¿Estás enojada? —preguntó Anzhi, con los ojos llenos de lágrimas brillantes. Ni siquiera se atrevía a sentarse; levantaba la cabeza, mirándola con ansiedad.
Yan Xi no respondió. Sentía que lo que había pasado era algo muy serio: irse sin avisar, fugarse de casa… Tenía que explicarle que eso no estaba bien. Pero Anzhi estaba como un pajarito asustado; no podía hablarle ni demasiado fuerte ni demasiado suave… ¿Y si la asustaba y volvía a escaparse?
—¿Tú crees que…?
Yan Xi suspiró antes de terminar la frase. Ni siquiera sabía cómo empezar. Después de todo el tiempo que habían pasado juntas, ¿es que no podía confiar en ella? Si Anzhi no hubiera tenido suerte… si la atropellaba un auto, si alguien se la llevaba… Si ella no la hubiera encontrado a tiempo, ¿dónde habría dormido esta noche?
Solo de pensarlo se le encogía el corazón.
Anzhi, desesperada, empezó a llorar. Las lágrimas le caían a chorros mientras, con sus manitas temblorosas, tiraba de un extremo de la ropa de Yan Xi.
Ella le puso una mano encima, y en su interior sintió un leve nudo de tristeza.
¿Acaso la estaba forzando demasiado? Tal vez nunca debió traer a Anzhi a su casa. Tal vez… simplemente no tenía la capacidad para cuidar bien de una niña.
En el corazón de Yan Xi no solo había tristeza, sino también una creciente incertidumbre.
Sabía que en su momento actuó por impulso. Había considerado que criar a una niña no sería tarea fácil… pero al parecer era todavía más difícil de lo que había imaginado.
La puerta seguía abierta, y los abuelos de Yan Xi entraron uno detrás del otro. Al ver la escena —la mayor con expresión confundida y la menor sollozando—, intercambiaron una mirada.
—¿Y esto? ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó el abuelo, con una sonrisa.
La abuela se adelantó y alzó a Anzhi en brazos.
—Vamos, pequeña Anzhi, cuéntame qué ha pasado —dijo dulcemente.
Como si lo tuvieran ensayado, la abuela se llevó a Anzhi, y el abuelo se quedó con Yan Xi, observándola con una sonrisa en los labios.
—Xiao Wu… ¿Cuándo fue la última vez que te vi con los ojos así de rojos?
Yan Xi sentía un ligero escozor en los ojos. Al escuchar la broma de su abuelo, se giró con algo de vergüenza.
—Si ya encontraste a la niña, ¿entonces por qué sigues con esa cara? —preguntó él, acomodándose en una silla y cruzando las piernas con calma.
Yan Xi se tocó la nariz, incómoda, y murmuró:
—No estaba llorando…
Pero al cabo de un momento, se rindió ante la mirada aguda de su abuelo, que todo lo veía.
—Es solo que… no estoy segura de si tomé la decisión correcta —dijo en voz baja.
De pronto, los recuerdos la asaltaron: cuando decidió romper con Gao Jiming, sin importar cuánto él intentara recuperarla. Cuando rechazó la posibilidad de hacer un posgrado y eligió irse a trabajar. Y ahora, cuando se llevó a Anzhi a casa… y ni siquiera había sabido cómo cuidarla bien.
El abuelo la miró y dijo:
—¿Recuerdas cuando estabas en primero de secundaria y te enamoraste de la fotografía? Faltabas a clases constantemente, te ibas al campo, a las afueras, a cualquier lugar donde pudieras tomar fotos, y dejaste los estudios completamente de lado… Los profesores nos llamaron al menos cinco veces a tu abuela y a mí para reuniones con el colegio. Tus notas pasaron de estar entre los tres mejores del curso, a estar entre los treinta primeros… luego entre los cincuenta… y al final entre los cien. En ese entonces, no escuchabas a nadie. Tus hermanos, tu abuela y yo… ninguno lograba hacerte entrar en razón. ¿Y qué dijiste tú? Que como ya habías tomado la decisión, asumirías todas las consecuencias que vinieran con ella.
Recordando aquellas palabras, Yan Xi no pudo evitar sonreír. Se dio unos golpecitos en la cabeza y dijo:
—Pero al final del semestre, en el examen conjunto de tres escuelas, mi tutora me lanzó una última advertencia: que si seguía faltando, al final me sacarían del grupo de excelencia. ¡Que casi que mejor me fuera ya de una vez…! Así que pasé la última semana antes del examen sin dormir, estudiando como loca, y con muchísimo esfuerzo logré quedarme en el grupo. Fue como estar muerta en vida durante una semana… el precio fue altísimo.
Yan Xi entendía muy bien lo que su abuelo quería decirle. Frunció un poco el ceño y dijo:
—Pero esto… no es comparable con aquello.
Su abuelo la miró con tranquilidad y respondió:
—Pero ya no tienes catorce o quince años, ¿verdad?
—Entiendo lo que quieres decir. Quieres decir que si tomé una decisión, entonces tengo que hacerme cargo de lo que venga después.
Yan Xi bajó la mirada, confundida.
—Pero es que no sé cómo criar a una niña, abuelo… De verdad siento que estas semanas he dado todo de mí, pero aun así pasó esto… Y tengo miedo… miedo de que en el futuro me encuentre con más dificultades, de que me frustre, de que pierda la paciencia, y termine hiriendo aún más a Anzhi… Abuelo… cuando ustedes nos criaban, ¿también tenían ese miedo?
—Criar a un niño nunca ha sido fácil —respondió el abuelo, con un suspiro—, y siempre será más difícil de lo que uno se imagina. La persona en la que un niño se convierte está íntimamente ligada al entorno en el que crece. Uno puede hacer planes, organizar todo con cuidado, con la esperanza de que el niño siga el camino que uno desea… pero muchas veces, las cosas no salen como uno quiere. Tu abuela y yo fuimos muy estrictos con tu padre desde pequeño. Tenía un gran talento para la música, y nosotros esperábamos de corazón que siguiera por ese camino… pero no, eligió estudiar ingeniería civil. Tardamos mucho en aceptar que los hijos tienen sus propias ideas. Lo único que uno puede hacer es respetarlas. Y no fue solo eso… En tercer año de universidad, tu padre apareció en casa diciendo que quería casarse con tu madre. En aquella época, a los estudiantes universitarios aún no se les permitía casarse. No es que estuviéramos en contra de su relación, pero… eran tan jóvenes. No estaban listos para formar una familia. ¿Y qué pasó? Que poco después, tu padre nos soltó que tu madre ya estaba embarazada de tu hermano mayor… ¡Casi me infarto del coraje! ¡Estuve a punto de romper la relación con él! ¡No sabes la vergüenza que pasé!
El abuelo negó con la cabeza, resignado.
Era la primera vez que Yan Xi escuchaba esas “hazañas gloriosas” de sus padres. Le causó tanta gracia que no pudo evitar reír a carcajadas.
—Entonces, con ustedes criándonos a nosotros, todo fue más fácil, ¿no?
—¿Fácil? —exclamó el abuelo con voz fuerte— ¡Nada de eso! Tu hermano mayor se pasaba peleando en primaria, no le gustaba estudiar. En secundaria, quién sabe qué bicho le picó, pero decía que estaba profundamente insatisfecho con el sistema educativo… ¡Una vez convenció a casi toda la clase de entregar el examen en blanco! La profesora, que acababa de empezar a trabajar, terminó llorando. Tu segundo hermano, en segundo de secundaria, apenas aprendió sobre electricidad en física, y se volvió loco desarmando todos los aparatos de la casa. ¡Desarmó todo lo que pudo! Incluso quería desmontar los enchufes. Tu abuela vivía asustada, y todas las noches cortaba la electricidad de la casa antes de dormir, por si a él se le ocurría hacer una locura mientras todos dormíamos. Y tu tercer hermano… tendría nueve o diez años, no recuerdo bien, pero un día dijo que quería ser niña. Le encantaba ponerse vestidos… Tu abuela y yo estábamos muertos de preocupación…
—¿Qué? ¿En serio? ¿Eso pasó de verdad?
—Más tarde nos dimos cuenta de que lo hacía solo por diversión, que no tenía ninguna preferencia extraña ni se trataba de un tema de identidad de género… ¡y nosotros ya estábamos mentalizados para aceptar que teníamos una hija más!
Yan Xi se reía tanto que le salían lágrimas de los ojos.
—Mi tercer hermano… de verdad que es único…
Recuperando el aliento, se acercó a su abuelo con una sonrisa traviesa.
—Abuelo… entonces, ¿yo soy la más buena de todos? ¿Cierto?
—¿Tú? —el abuelo Yan la miró de reojo—. ¡Tú eras la más traviesa! La mayoría de mis plantas terminaron arruinadas por tus travesuras. Y cuando te regañábamos, fingías llorar para darnos lástima… ¡eras la que más dolores de cabeza nos daba!
Yan Xi se tapó la cara, sin poder dejar de reír.
—Claro, si sientes que todo esto te está superando, siempre puedes devolver a Anzhi… —el abuelo la observó atentamente, atento a cualquier reacción en su rostro.
Yan Xi se quedó un segundo en silencio.
El abuelo continuó:
—Después de todo, no tienen ningún lazo de sangre, ¿cierto? No estás obligada a hacerte cargo de ella… Pero si decides seguir adelante con esto, entonces hazlo hasta el final. Nadie puede decirte si está bien o mal. Nunca vas a estar completamente preparada, solo puedes avanzar paso a paso. Tal vez el destino te lleve a un lugar inesperado, tal vez el camino esté lleno de paisajes hermosos.
Yan Xi sonrió:
—Abuelo… eso sonó muy a frase de autoayuda.
El abuelo rió también:
—Entonces ya no estás llorando, ¿verdad?
Ella se aclaró la garganta, avergonzada.
—Vamos a ver cómo están tu abuela y Anzhi —dijo el abuelo mientras echaba a andar—. Recuerda, tú ya eres mayor que ella, deberías saber cómo manejar mejor tus emociones. Si tú te desestabilizas, la niña se sentirá aún más insegura…
En la planta de arriba, la abuela Yan acunaba a Anzhi con ternura mientras la consolaba:
—No fue tu culpa, cariño. Piensa que si Da Pang se hubiera comido ese durazno, ¡habría sido aún peor!
Anzhi lloraba desconsolada en sus brazos.
—La próxima vez no puedes salir así corriendo, ¿sí? ¡Los adultos nos preocupamos mucho! Ya, ya… no llores más, pareces un gatito mojado…
Luego la llevó hacia el piano:
—¿Recuerdas que la última vez te enseñé a cantar “Estrellita, estrellita”? ¿Todavía te acuerdas? Vamos, toquemos juntas… Uno uno cinco cinco seis seis cinco… Do do sol sol la la sol… ¡Muy bien! Vamos juntas… ♪ Estrellita, ¿dónde estás…? ♪
Anzhi, poco a poco, dejó de llorar. Estaba concentrada en las teclas, tocando con sus manitas junto a la abuela.
—Muy bien, muy bien. ¡Qué inteligente! —dijo la abuela con una sonrisa luminosa.
Al volverse, vio a Yan Xi y al abuelo observándolas desde la puerta, y exclamó alegremente:
—¡Viejo, mira qué bien toca Xiao Wu!
El abuelo suspiró, sabiendo que su memoria volvía a jugarle una mala pasada:
—No es Xiao Wu, es Anzhi.
Yan Xi también le dijo:
—Abuela, yo estoy aquí…
La abuela se quedó un momento confundida, luego le acarició la carita a Anzhi y, al darse cuenta, dijo:
—¡Ay, mi cabeza! Claro, claro, esta es la hija de la pequeña Wu…
El abuelo Yan rió y suspiró:
—Bueno, ya es hora de que descanses. Vamos… Dejemos que los jóvenes resuelvan sus asuntos solos.
Tomándola de la mano, la acompañó con pasos lentos hacia su habitación.
Anzhi bajó del banquito del piano y alzó la mirada hacia Yan Xi. Sus ojos seguían húmedos, pero ahora tenían una chispa de esperanza tímida.
Afuera, la lluvia volvía a caer con suavidad, y poco a poco se intensificaba.
Entonces Yan Xi le preguntó en voz baja:
—¿Tienes hambre?
Anzhi la miró sin comprender.
—Yo tampoco comí bien antes, y tú solo comiste un poquito. Vamos a la cocina, a ver qué podemos preparar.
Le tomó la mano, y Anzhi, como un conejito dócil, asintió con la cabeza:
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