Anzhi sintió cómo las sábanas, que antes no tenían ningún aroma especial, se impregnaban poco a poco de una fragancia tenue y reconfortante: el olor de Yan Xi.
Movió los pies. Como la persona que dormía a su lado era bastante más alta, el espacio que quedaba a su alrededor era amplio y cómodo.
Se sentía a gusto, segura… y además, olía muy bien.
No era una sensación que pudiera disfrutar muy seguido.
Anzhi ni siquiera quería quedarse dormida. Aunque el sueño ya la vencía, seguía insistiendo con sus preguntas.
—Oye… ¿es divertido pisar la nieve?
Yan Xi la observó mientras ella luchaba por mantener los ojos abiertos, con esas pestañas suaves que parecían resistirse a caer.
—Sí, es muy divertido. Anda, duerme ya —le dio unas palmaditas suaves—. Escuché por ahí que si los niños no duermen a su hora… ¡no crecen!
—¡Nooo! ¡No quiero dejar de crecer!
Yan Xi soltó una risa silenciosa, divertida. Le acarició el cabello fino con suavidad, y Anzhi, adormilada, frotó la carita contra la palma de su mano.
—Acaríciame la cabeza… —murmuró con voz dulce y somnolienta.
Los ojos de Yan Xi brillaron con ternura. Le acarició el cabello con calma, mientras Anzhi movía la nariz y dejaba que sus mejillas redonditas se hundieran en la almohada. Al fin, se quedó dormida.
Yan Xi apoyó el rostro en una mano y la contempló. Le dio un leve golpecito en la mejilla. Sí, había engordado un poquito… y también crecido un poco.
Aunque los gemelos seguían siendo más grandes que ella. Últimamente se llevaban bien, siempre querían jugar con ella. Anzhi solía poner cara de “¿Por qué estos niños tan infantiles son más altos que yo? ¿Y por eso tengo que jugar con ellos?”, con su rostro como una manzanita inflada.
Yan Xi sonrió, divertida. Solo con esa cara ya podía imaginar todo un monólogo interno.
Anzhi últimamente parecía más feliz. A veces compartía lo que pensaba… incluso se daba el lujo de hacerle algún pequeño gesto de cariño.
Yan Xi suspiró suavemente, mirando su carita dormida.
—Ojalá puedas crecer tranquila a mi lado, Taotao. Olvida todo lo triste, ¿sí?
Las mañanas invernales eran muy frías, así que todos se quedaron en cama un poco más de lo habitual.
Después de cepillarse los dientes con agua tibia, Anzhi recibió una toalla calientita que le entregó Yan Xi. Se la pasó por la cara y sintió lo agradable del vapor suave contra la piel.
Cuando terminó, corrió hasta la puerta, lista para salir con Yan Xi. La nieve había parado, justo como esperaban. ¡Había que bajar pronto! Después del desayuno, podrían ir a jugar.
—Espera. Ven acá, hay que ponerte cremita.
Yan Xi le aplicó un poco de crema en cada mejilla. Anzhi se frotó con las manos.
Luego, Yan Xi sacó crema para manos y también le untó.
Xin Yi le había advertido que Anzhi no estaba acostumbrada a temperaturas tan bajas. Tenían miedo de que le salieran sabañones.
Por eso, Yan Xi le compró un set de cremas infantiles: una facial y otra para manos, con aroma a leche. Se la aplicaba mañana y noche. A Anzhi le encantaba.
Después de terminar, Anzhi le recordó con seriedad:
—¿Y tú?
Yan Xi sonrió.
—Claro, yo también me voy a poner.
Después del desayuno, los niños estaban abrigados hasta la cabeza, con gorros, guantes y las caritas llenas de emoción contenida.
Entonces, los adultos dijeron:
—Pueden salir a jugar… media hora.
Apenas se abrió la puerta, los gemelos salieron corriendo entre gritos de alegría.
Anzhi, en cambio, avanzó al patio con ojos grandes de asombro.
Fuera del calor de la casa, el aire que respiraban era puro y helado, hasta dolía un poco.
Todo estaba cubierto de blanco.
Anzhi sintió que la cara se le ponía rígida por el frío. Bajó la mirada, movió sus botitas, pisó la nieve.
Ese manto blanco… se parecía a la sal. Muchísima sal. ¿O tal vez a algodón de azúcar blanco?
Se concentró, intentando encontrar la comparación perfecta.
Volvió a pisar con fuerza. “Cric, cric”. Ese sonido era muy divertido. Sonrió, y se dio la vuelta para buscar a Yan Xi.
Sin que lo notara, Yan Xi había estado siguiéndola todo el tiempo. Y parecía no tenerle miedo al frío. Llevaba solo un suéter grueso de cuello alto en color negro, pantalones, botas altas. El cabello suelto, los ojos oscuros como la tinta llenos de una sonrisa suave… la miraba con calma.
El cielo empezó a despejarse. Un rayo de sol atravesó las nubes y cayó sobre ellas, deslumbrando un poco.
—¡Tía Yan! ¡Tía Yan… prepárate! —gritó Yan Da Pang, mientras formaba una bola de nieve y se la lanzaba.
Yan Xi ni siquiera parpadeó. Dio un paso largo hacia un lado y la esquivó con facilidad.
—¡Ah, otra vez! ¡Hermano, ven! —Yan Da Pang llamó a Yan Xiao Pang, y juntos empezaron a lanzar más bolas de nieve.
Anzhi los miraba, desconcertada. Yan Xi soltó una carcajada:
—¡Vaya, qué valientes! ¿Se atreven a atacar a su tía?
Yan Xi era alta y de piernas largas. Se movía con agilidad, esquivando hacia un lado y otro sin que ningún proyectil la alcanzara. Los gemelos terminaron jadeando del cansancio, sin haber conseguido darle ni una vez.
Anzhi observaba divertida… hasta que un bolazo de nieve le cayó directo encima. No lo vio venir. Perdió el equilibrio y cayó sentada de golpe sobre la nieve, con un suave ¡puf!.
Yan Xiao Pang estalló en carcajadas. Al ver que por fin habían acertado, Yan Da Pang no dudó en lanzarle otra bola de nieve.
Anzhi aún no reaccionaba cuando otro impacto le dio justo en la cara. Con un quejido ahogado, se llevó las manos a la carita mientras la nieve se colaba por su cuello.
Yan Da Pang reía a carcajadas, encantado con su puntería… hasta que una bola de nieve le dio de lleno en la cara. —¡Ah!— gritó. Del otro lado, Yan Xiao Pang también recibió su castigo: ¡paf!
Yan Xi había llegado al lado de Anzhi. Le sacudió la nieve con cuidado y la ayudó a levantarse.
—No pasa nada, no pasa nada. ¡Tú también puedes atacar!
Los gemelos, aun con nieve en la cara, no se enojaron. Siguieron riendo.
—¡Dale! ¡Vamos, que no te tenemos miedo!
Anzhi, molesta, agarró un puñado de nieve e intentó hacer una bolita como ellos. Pero al lanzarla… su fuerza no fue suficiente y la bola apenas recorrió unos centímetros antes de caer torpemente a sus pies.
…
Los gemelos se sujetaron el estómago mientras reían a carcajadas.
Incluso Yan Xi no pudo contener la risa.
Anzhi ya tenía las mejillas rojas del frío, pero ahora, por la vergüenza, se pusieron aún más encendidas.
Yan Xi intervino con una sonrisa, agarró un poco de nieve y se la lanzó a los gemelos. Ellos chillaron y salieron corriendo entre risas.
Siguieron jugando juntos. Yan Xi protegía a Anzhi colocándola detrás de ella, mientras la pequeña se agarraba al borde de su abrigo, escondiéndose de los ataques sorpresa de los gemelos.
Las risas y los gritos llenaban el aire.
De pronto, Yan Xi soltó un ¡ay! y cayó hacia atrás, como si hubiera recibido un golpe.
Los gemelos se quedaron congelados. Por un momento, creyeron que la habían lastimado.
Anzhi se asustó y se lanzó al suelo, gateando rápido hasta ella, con expresión preocupada. Le tocó la cara con cuidado.
Yan Xi tenía las pestañas cerradas y finas partículas de nieve sobre la piel. Justo cuando Anzhi fruncía los labios, a punto de llorar, ella abrió un ojo y le guiñó.
Anzhi se quedó muda, los ojos bien abiertos. Tragó el llanto de golpe, agarró un puñado de nieve y se acomodó junto a Yan Xi.
Los gemelos esperaron un rato… pero Yan Xi seguía sin levantarse. Alarmados, corrieron hacia ellas.
—¡Tía! ¡Tía! —gritaron los dos, con sus cuerpos redonditos rebotando sobre la nieve.
Pero justo cuando estaban por alcanzarlas, Yan Xi y Anzhi se levantaron al mismo tiempo y, en perfecta sincronía, ¡les lanzaron una bola de nieve gigante a cada uno!
—¡Jajaja! —Anzhi por fin se echó a reír.
Los gemelos se abalanzaron sobre Yan Xi, pegándose a ella como dos bolitas mimadas. Yan Xi los abrazó con un brazo, mientras con el otro acercaba a Anzhi hacia sí.
Anzhi escondió la carita en su pecho.
Ella le había dejado la mitad de su abrazo, solo para ella.
Después, todos juntos comenzaron a hacer un muñeco de nieve. Anzhi nunca había hecho uno, así que no sabía cómo ayudar. Solo los miraba ir de un lado a otro, moviéndose con entusiasmo. No pasó mucho tiempo antes de que el muñeco estuviera listo.
Le pusieron piedras como ojos, una zanahoria como nariz, y ramitas como brazos y boca.
Yan Da Pang incluso le prestó su bufanda para envolverle el cuello, y Yan Xiao Pang le colocó su gorro.
Yan Xi les pidió a los tres niños que se colocaran alrededor del muñeco y les tomó unas cuantas fotos. Las caritas, todas enrojecidas por el frío, sonreían mostrando los dientes frente a la cámara.
Luego tomó algunas fotos más y los dejó seguir jugando. Los hermanos Yan Da y Xiao Pang se revolcaban en la nieve entre risas.
Mientras tanto, ella apuntó su cámara hacia Anzhi. La niña vestía un abrigo acolchado y botitas de invierno. En su gorro de lana había una gran bola de estambre encima. Su carita apenas asomaba, con dos mejillas sonrosadas por el frío.
Anzhi se quedó parada junto al muñeco de nieve, observándolo un rato, luego se agachó y empezó a darle unos golpecitos con nieve fresca.
Se quitó un guante y, con la mano al descubierto, tocó la nieve con cuidado. Al parecer el frío la sorprendió y la retiró de inmediato, pero al instante le ganó la curiosidad. Se sacó los dos guantes y juntó un pequeño montoncito entre las manos.
Yan Xi sonrió desde el otro lado del objetivo y aprovechó para tomarle varias fotos.
Entonces la llamó:
—¡Taotao!
Anzhi alzó la vista al escucharla y la miró.
Yan Xi captó justo ese instante.
Luego la llamó para que se acercara y le pidió que se pusiera los guantes.
—No puedes estar así, te vas a resfriar —le dijo—. Y además podrías terminar con sabañones.
Yan Xi formó una pequeña bola de nieve, buscó dos hojitas y las incrustó a los lados. Quedó como un conejito de nieve.
—Toma, es para ti.
—¡Waaah…! —Anzhi abrió los ojos, maravillada.
—Listo, hace demasiado frío. Vamos adentro. En un rato hay que barrer la nieve —dijo Yan Xi, llamando también a los gemelos para volver a casa.
—Pero… —Anzhi miró con tristeza a su pequeño conejito—. Se va a derretir…
Ah, eso no lo había considerado Yan Xi.
—Entonces, ¿por qué no lo dejamos afuera? ¿Te parece bien?
Anzhi acarició al conejito y, aunque con algo de pena, asintió. Lo dejó al lado del muñeco de nieve y comenzó a caminar hacia la casa, mirando hacia atrás a cada paso.
Yan Xi le tomó la mano. Al verla tan apegada, sintió que el corazón se le derretía.
Se agachó para hablarle:
—En el futuro vas a tener muchos más. Cada vez que caiga nieve, vamos a jugar, ¿sí?
Anzhi le regaló una dulce sonrisa… justo antes de que un estornudo enorme la sorprendiera por la nariz irritada.
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