Como había ancianos en casa y los niños debían acostarse temprano, decidieron comer los ravioles antes de la medianoche. A las diez en punto, todos ya habían terminado. El abuelo y la abuela Yan se retiraron primero a descansar; el hijo mayor del señor Yan y su esposa se llevaron a los gemelos a dormir; Yan Yixi volvió a su habitación en silencio, y Yan Yinan, después de comer unos cuantos ravioles, salió a reunirse con sus amigos. Para él, la noche apenas comenzaba: la verdadera diversión estaba en la ciudad.
Yan Xi encendió su teléfono y vio una larga lista de mensajes de felicitación de sus amigos y colegas. Respondió a algunos al azar.
Entonces, un nombre familiar apareció en la pantalla.
“Feliz Año Nuevo. Te deseo lo mejor. Te extraño”.
Gao Jiming.
Pasaron unos minutos sin que ella respondiera, y enseguida sonó una llamada entrante: era él.
Yan Xi miró la pantalla durante unos segundos, pero finalmente no contestó. Al ver que la tía Xin estaba acompañando a Anzhi, se levantó y bajó las escaleras.
El aire frío del exterior le golpeó el rostro en cuanto abrió la puerta. Exhaló un suspiro que se deshizo en una nube blanca. En Beicheng hacía ya más de diez años que estaban prohibidos los fuegos artificiales y los petardos, pero en las zonas no urbanas aún se permitían durante el Año Nuevo.
Pasadas las diez, los colores de los fuegos artificiales iluminaban el cielo sobre su cabeza, aunque ella no les prestó atención. Solo quería caminar un poco.
Durante el tiempo que Gao Jiming estuvo en el extranjero, no había dejado de intentar contactarla. Buscaba cualquier medio posible para hacerlo.
“¿Por qué no puedes darnos otra oportunidad? ¿Por qué tienes que ser tan cruel? ¿Por qué no confías en mí? ¿Cómo sabes que no podríamos soportar la distancia?” le había dicho una vez.
Quizás ella había sido demasiado dura.
O quizás, en el fondo, no lo amaba tanto como creía.
Sintió un leve nudo en el pecho y un impulso repentino de fumar. Se mordió los labios, caminando lentamente alrededor del patio, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
No podía dejarlo todo para irse con él al extranjero. Pero aun habiendo tomado su decisión, seguía sintiéndose confundida, insegura.
Había cortado el contacto, sí, pero eso no borraba lo que alguna vez existió.
Se quedó quieta un momento, mirando la noche brillante bajo los fuegos artificiales, mientras el viento helado le rozaba la cara y le enfriaba los pensamientos.
Entonces se abrazó los brazos y tembló ligeramente. Al girar, vio una pequeña figura en la puerta: Anzhi la observaba en silencio.
La niña llevaba el abrigo rosa nuevo que le habían comprado. Su carita redonda y sus ojos limpios y puros la miraban con atención. No sabía cuánto tiempo había estado allí, acompañándola sin decir palabra.
En ese instante, Yan Xi comprendió por qué muchos decían que los niños eran seres que curaban el alma.
—¿Por qué no traes tu abrigo? —preguntó, antes de tomarla en brazos.
Se sentó junto a la puerta con Anzhi en su regazo. La abrazaba tan fuerte que la niña apenas podía moverse. Parecía que la estaba usando como una estufa humana para calentarse. Anzhi, sensible como era, percibió que algo no andaba bien: Yan Xi estaba triste. Pero ¿por qué? ¿No se suponía que en Año Nuevo todos debían estar felices?
—Mmm… —Yan Xi escondió la cabeza en el gorro de la niña, y solo emitió un leve sonido nasal. No respondió.
Anzhi ni siquiera podía girarse. Sentía que casi no podía respirar. Pasaron varios segundos antes de que Yan Xi la soltara un poco. Con voz perezosa, dijo:
—Taotao, cántale una canción a tu tía.
El rostro de Anzhi se tensó.
—No quiero… —respondió en voz baja.
Yan Xi la provocó con una sonrisa.
—No hay nadie más, solo yo.
Anzhi infló las mejillas. ¿No le había dicho antes que no la llamara “tía”? Y ahora se lo decía ella misma.
—Vamos, sé buena, canta una… —dijo Yan Xi, metiendo la mano en su gorro para hacerle cosquillas detrás de la oreja.
Sus dedos estaban helados.
Anzhi contuvo el impulso de apartarse de su toque. Con timidez, murmuró:
—Pero no te burles de mí…
Yan Xi soltó una risa suave.
—De acuerdo, no me reiré.
Pasó un momento antes de que Anzhi, reuniendo todo su valor, empezara a cantar:
—“¡Feliz Año Nuevo, feliz Año Nuevo, les deseo a todos un feliz año nuevo…”
Su voz era dulce y suave, y cuando terminó la versión en español, cambió al inglés:
—“We are singing, we are dancing, Happy New Year to you all.”
Era una cancioncita infantil sencilla, pero la voz de Anzhi, tierna y pura, sonaba tan cálida que bastaba para derretir el corazón. Cuando terminó, su pequeño hoyuelo en la mejilla derecha se movió tímidamente.
Yan Xi escuchó toda la canción sonriendo, y luego le acarició la cabeza con aprobación.
—Escuché que en el jardín de niños también les enseñan a bailar…
Anzhi movió la cabeza con fuerza, como un tamborcito.
—Yo no bailo, no bailo…
Yan Xi se echó a reír.
—¿Tienes algún deseo de Año Nuevo, Taotao?
—Sí —respondió Anzhi, concentrada solo en un pensamiento—. ¡Quiero crecer! Crecer muy, muy alta…
—Está bien, está bien… —Yan Xi pareció recordar algo y le dijo— Ah, por cierto, ya terminé todos los trámites. La escuela primaria del nuevo vecindario es la afiliada a la Universidad Normal, es muy buena. Podrás empezar primero ahí.
Pero, Anzhi, hay algo que quiero conversar contigo —continuó—. Mi trabajo es bastante ocupado, y quizá no pueda ir a buscarte todos los días a la escuela. No me sentiría tranquila dejándote volver sola a casa, así que contrataré a una tía para que te recoja y cocine. Por las noches ella te acompañará hasta que yo llegue del trabajo.
Yan Xi hizo una pausa.
—O puedo pedirle a la tía que te traiga aquí, y yo te recojo después, ¿sí? ¿Qué opinas? —le preguntó, moviéndola suavemente entre sus brazos.
Su hermano mayor y su tercer hermano ya le habían preguntado por sus planes, y ella respondió que antes quería saber qué pensaba Anzhi. Ellos se rieron: “¿Qué vas a preguntarle a una niña? No entiende nada, tú decide”.
Pero Yan Xi creía que debía hacerlo. Tal vez Anzhi aún no comprendía del todo, pero quería que sintiera que su opinión contaba, que tenía voz en las decisiones.
Anzhi, muy seria, pensó unos segundos. Luego ladeó la cabeza y dijo:
—No hace falta volver aquí, puedo quedarme sola en casa.
—No —insistió Yan Xi—, tiene que haber alguien contigo. No puedes quedarte sola.
Anzhi frunció los labios.
—Prometo portarme bien.
Yan Xi sonrió.
—Lo sé.
A lo lejos, el cielo se iluminaba intermitente con los fuegos artificiales, entre el ruido y el silencio.
La mirada de Yan Xi se suavizó.
—Sé que Taotao será buena, pero me quedaré más tranquila si hay alguien contigo —dijo con una mueca avergonzada—. Además… —bajó un poco la voz, casi divertida— no sé cocinar. No puedo dejar que vivas a base de comida para llevar.
Anzhi bajó la cabeza, pensó un poco y asintió.
Yan Xi le acarició la mejilla con un dedo.
—A veces también tendré que quedarme a trabajar horas extra. Si eso te hace sentir sola… —Suspiró—. No sé si esté bien así. Si no te gusta, siempre podemos volver aquí, ¿de acuerdo?
La cabecita de Anzhi pareció trabarse un momento, pero luego empezó a pensar rápido. Entendió que Yan Xi no le estaba dando órdenes: le estaba preguntando, sinceramente, su opinión. De verdad se preocupaba por ella.
¿Por qué?
¿Por qué era tan buena con ella?
Anzhi la miró en silencio, y sin saber por qué, sintió que quería llorar.
—¿Qué pasa, eh? —Yan Xi notó su expresión extraña.
Anzhi bajó la cabeza.
—¿No quieres mudarte? ¿O pasa otra cosa, Taotao? —preguntó Yan Xi, tocándole la cara.
De pronto, Anzhi se giró y la abrazó por el cuello, escondiendo la carita en el hueco de su hombro. Yan Xi se quedó inmóvil. La niña siempre era tan reservada; cuando quería afecto, apenas tironeaba su ropa o se quedaba enrojecida entre sus brazos. Nunca la abrazaba primero.
El corazón de Yan Xi se ablandó por completo.
—¿Qué sucede?
—Haré lo que tú digas —susurró Anzhi, con voz bajita.
Yan Xi sonrió.
—Está bien.
—Si no te gusta después, me lo dices, ¿sí? —le habló en voz baja.
—Mmm. —La cabecita escondida en su cuello se movió un poco.
Yan Xi se sintió más tranquila. Al fin tenía todo decidido.
Un fuerte “boom, boom” retumbó a lo lejos, y ambas levantaron la vista: una flor de fuego brillante estallaba en el cielo oscuro.
Yan Xi bajó la mirada y vio los ojos maravillados de Anzhi. Sonrió.
—¿Quieres lanzar fuegos artificiales?
Los ojos de Anzhi brillaron.
—¿Podemos?
—El bisabuelo no nos deja encenderlos desde hace unos años, porque la bisabuela duerme liviano —le explicó Yan Xi en voz baja—. Pero… —se inclinó hacia ella, como contando un secreto— en el garaje aún quedan algunos. Si nos alejamos un poco, podemos hacerlo.
Yan Xi entró a ponerse un abrigo grueso, tomó a Anzhi de la mano y salieron corriendo al patio.
Dejó que Anzhi encendiera la mecha, pero la niña dudó. Yan Xi la animó, y cuando prendió el fuego, la jaló para correr varios metros lejos. Anzhi soltó una risita cristalina.
La mecha se consumió y sonaron dos estallidos. Anzhi alzó la vista justo cuando dos puntos luminosos ascendían al cielo. Yan Xi le cubrió las orejas con una mano tibia. Bajo el cielo negro, los fuegos artificiales explotaron en una luz enorme y brillante. Por un momento, parecían estar envueltas en ella.
—¡Wow! —exclamó Anzhi, deslumbrada. Luego miró a Yan Xi y preguntó: —¿Cuál es tu deseo de Año Nuevo?
Yan Xi se quedó pensativa, y después sonrió.
—Mmm… ¿Desear que Taotao crezca mucho? ¿Cuenta eso?
Anzhi se mordió los labios, sonrojada, y también sonrió.
Yan Xi le acarició la mejilla y, con ternura, le dijo:
—Taotao, a partir de ahora… pasaremos muchos, muchos años nuevos juntas.
Muchos años después, cuando Anzhi ya alcanzaba la altura de los oídos de Yan Xi, seguía recordando esas palabras.
Recordaba que, cuando tenía seis años, Yan Xi le prometió que vivirían juntas.
Que le dio, por primera vez, un hogar.
[Nota de la autora: Yan Xi mide 1,72 m. Anzhi crecerá hasta 1,65 m.]
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ShadowTP
Es tan conmovedor leer de nuevo esto y me hace sentir triste por todo lo que se viene… :v