A decir verdad, Liu Yiyi tampoco iba a pelear con Anzhi. Ella tenía otras cosas que la tenían de cabeza:
—Mi mamá me llama todos los días. ¡Todos! Que vaya a conocer hombres, que no sé qué… ¿Las llamadas internacionales ahora son gratis o qué? Fui a unas cuantas citas a ciegas, ¿y tú sabes qué clase de especímenes me encontré? Puro bagazo.
—Dime si no —continuó, cada vez más indignada—, los hombres decentes están en peligro de extinción. Si tienen un poquito de habilidad, ya se creen la octava maravilla. Un sueldo de diez mil en Beicheng apenas alcanza para vivir medianamente, ¿vale? ¡Y aún así se pavonean como si ganaran un millón! Me da miedo sacar mi tarjeta de sueldo y que se me desmayen. Y eso no es todo. Pobres, bueno, ni modo. Pero al menos que se cuiden. Que no se dejen caer así. Apenas pasan los treinta y ya andan con panza cervecera. De verdad que no tienen remedio.
Una vez Liu Yiyi empezaba, no tenía fin. Yan Xi vio que el tema se le iba de las manos y le lanzó una mirada.
Pero Liu Yiyi no se frenó:
—¿Qué tiene? ¡Anzhi ya tiene doce años! ¡Hasta los niños de primaria ya están saliendo con alguien hoy en día! ¿No es así, Anzhi?
Yan Xi dirigió la mirada hacia la niña.
Anzhi estaba jugando con el teléfono. No esperaba semejante pregunta.
—¿Ah?
—¿“Ah” qué? Anda, dinos, ¿hay algún niño que te guste?
—¿Ah? —Anzhi quedó petrificada.
—En teoría, tus compañeros deben ser mayores que tú, ¿no? Y tú eres tan linda que seguro tienes pretendientes.
Anzhi no sabía cómo reaccionar.
Yan Xi intervino:
—Es muy pequeña todavía. No le hables de eso.
—Sí, pequeña es… pero hay que explicarle. No vaya a crecer sin tener idea de nada y termine como Yan Yixi. —bufó Liu Yiyi.
Las conversaciones de Liu Yiyi siempre terminaban en lo mismo: quejarse de los hombres, del trabajo, de cómo se viste la gente… pero al final, inevitablemente, regresaba a hablar de Yan Yixi.
—¿Sabes? Cada vez que voy a una cita, le mando a Yan Yixi el tiempo y el lugar. Soñando con que aparezca. Como en esa película, que venga mi príncipe en una nube de colores a rescatarme. Pero mis mensajes desaparecen en el fondo del mar. Lo más que me responde es un “oh”. ¡¿Qué demonios es “oh”?! ¿Se va a morir si escribe dos palabras más? ¡Por favor! Yo… yo… —Liu Yiyi hablaba con fuerza, pero de pronto la voz se le quebró. —Yo de verdad… —Sus ojos, delineados con esa línea perfecta de siempre, se humedecieron.
Yan Xi puso una mano en su hombro, sin decir nada.
Anzhi se quedó pasmada. Nunca había visto a Liu Yiyi así. Ella era siempre tan deslumbrante, tan segura, tan ruidosa. Era la primera vez que se veía tan frágil.
Miró a Yan Xi. Yan Xi tenía las pestañas bajas, como si entendiera perfectamente el dolor de Liu Yiyi. Entre amigas de tantos años no hacían falta palabras: solo estar ahí.
Anzhi pensó que la tía Liu debía querer muchísimo, muchísimo al segundo tío Yan.
Pero si se quiere a alguien, ¿no se supone que eso te hace feliz?
En primero de secundaria, Anzhi había llegado a un entorno nuevo. A diferencia de la primaria, allí sus compañeros eran dos o tres años mayores. Ya no estaba rodeada todo el tiempo de amigos de su edad.
Y sí, muchos estaban en “pareja”. Una vez, durante el descanso, Anzhi fue al baño de chicas y se encontró a una pareja de su clase besándose como si se fueran a comer vivos. Se quedó petrificada.
Llevaban el uniforme, se abrazaban sin vergüenza. Y al verla, ni se inmutaron. El chico solo tomó la mano de la chica y, antes de irse, dijo:
—No se lo digas a la profesora.
Luego estaban Chen Muqi y aquella tía Xu de antes, prácticamente pegados. Aunque un poco desagradable de ver, parecían felices.
Pero con la tía Liu… era distinto.
Ese “amor” parecía tener muchas caras.
Al atardecer, el cielo se cubrió de un cálido naranja, y el borde de las nubes ardía en violeta.
Yan Xi conducía el Audi descapotable de Liu Yiyi con calma. La brisa de la tarde era suave, ese momento exacto del verano en que el día se vuelve amable. Llevaba una blusa sin mangas de gasa, y sus brazos largos y blancos descansaban relajados sobre el volante. De vez en cuando miraba por el espejo retrovisor a la niña que pedaleaba detrás.
Yan Xi sonrió.
A pesar de haber crecido, seguía siendo una niña. Pegaba calcomanías a su bicicleta, y cuando volvía a casa la limpiaba con cuidado.
Qué adorable. Desde pequeña había sido así: muy apasionada por las cosas que amaba. El pequeño conejo de peluche que una vez Yan Xi le compró aún estaba en su mesa de noche. Si algo le gustaba, lo amaba de verdad, con esa mirada brillante y hoyuelos profundos.
—Increíble pensar que ya es toda una señorita —dijo Liu Yiyi, viéndola por su propio retrovisor.
—Sí. Y en primero de secundaria, de pronto empezó a crecer. ¿Sabes que de pequeña siempre lloraba porque creía que no iba a crecer? —Yan Xi sonrió—. Era tan chiquita, tan suave, como una nubecita con brazos y piernas. La abrazabas y se te quedaba enganchada…
El viento movió su cabello ligeramente ondeado, y ella rió con una ternura cálida y simple.
—A veces era muy pegajosa. Cuando intentaba que durmiera sola, más de una noche desperté y la encontré agarrada a mi cobija, dormida al borde de mi cama. Tenía que cargarla de vuelta. —Suspiró—. Y ahora ya debe pesar demasiado. No creo poder hacerlo más.
Liu Yiyi la miró:
—Yan Xi… tú… ¿no serás una lolicon?
Con tantos años leyendo novelas en Jinjiang, su mente corría rápido. Señaló a Yan Xi:
—La niña que criaste ya creció, ya no es una bebé, por eso se te desactivaron los poderes, ¿cierto? ¡Yan Xiao Wu! No me digas que eres lesbiana. ¿O peor, que te gustan las niñas pequeñas?
—¡Liu Yiyi! ¿Qué estás diciendo? —Yan Xi casi da un volantazo—. ¡No digas tonterías!
—Si no, explícame por qué no sales con nadie. Antes podía pensar que no habías superado a Gao Jiming, pero ya han pasado años. ¿Por qué sigues en el mismo lugar?
—Solo hay una explicación: te gustan las mujeres.
—¿Qué estás diciendo? ¡Por favor!
—Ay, mira. ¿Qué tal si tú y yo nos hacemos una pareja? ¡En Jinjiang eso es tendencia! Cuñada y cuñada.
—¡Descarada! ¿Cuándo te convertiste en mi cuñada? —Yan Xi ya ni sabía si reír o llorar—. ¡Tu piel cada vez es más gruesa!
Liu Yiyi estalló en carcajadas. El llanto ya había pasado.
Desde atrás, Anzhi no escuchaba lo que decían, pero al verlas reír, ella también sonrió.
La tía Liu parecía haber vuelto a su ánimo de siempre.
Cuando por fin se calmó, Liu Yiyi se tocó las comisuras de los ojos:
—Hay que mantener la elegancia. Mi crema de ojos cuesta miles.
Yan Xi la miró de reojo.
—Oye —dijo Liu Yiyi—. El papá de Anzhi… aunque sea un desgraciado, ¿al menos manda dinero para mantenerla?
—Sí —asintió Yan Xi—. Lo guardo para ella. Cuando sea más grande, abriré una cuenta y le daré una tarjeta.
—¿Cómo? ¿Entonces todos estos años la mantuviste tú?
Yan Xi no lo negó:
—No gasta tanto.
—¿Que no gasta? —Liu Yiyi abrió los ojos. Ella sabía bien lo que costaban las cosas. La ropa de Anzhi, la mayoría la compraba ella cuando veía algo bonito y Yan Xi solo decía “sí, tráelo”. Solo eso ya era mucho. Y además la niñera, la comida, lo de cada día…
Solo de pensarlo, Liu Yiyi se quedó muda.
—Oye, ¿y la mamá de Anzhi? ¿Ha hablado contigo? ¿Sabe que la niña está aquí?
—No sé si lo sabe o no. Pero no me ha contactado. Cuando se fue del país, su número dejó de funcionar. Intenté buscarla cuando Anzhi llegó conmigo, pero nadie sabía dónde estaba.
Liu Yiyi chasqueó la lengua:
—De verdad tiene un corazón duro. Dicen que entre madre e hija hay un lazo… Yo me quejo de mi mamá, pero si paso un mes sin llamarla siento raro. Tsk. El corazón de esa Tao Zhenzhen debe estar hecho de hierro.
Yan Xi guardó silencio unos segundos. Bajó la velocidad y miró a la niña en bicicleta por el espejo.
—Quizá es porque tiene miedo de ablandarse —dijo al fin—. Si se permite sentir algo, aunque sea un poco… entonces todo lo que hizo antes habría sido en vano.
Liu Yiyi respondió con un simple:
—Ah…
Yan Xi no quiso continuar. Redujo la velocidad, esperó a que Anzhi se acercara.
—Sube al auto.
—Pero yo todavía quería seguir andan…
—Si no te subes, me voy sin ti.
—…Está bien… —Anzhi frunció los labios.
—Pon tu bicicleta en el asiento de atrás del coche de tu tía Liu.
—La niña que criaste ya creció, ya no es una bebé, por eso se te desactivaron los poderes, ¿cierto? ¡Yan Xiao Wu! No me digas que eres lesbiana. ¿O peor, que te gustan las niñas pequeñas?
Por favor, introduzca su nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Usted recibirá un enlace para crear una nueva contraseña a través de correo electrónico.
ShadowTP
—La niña que criaste ya creció, ya no es una bebé, por eso se te desactivaron los poderes, ¿cierto? ¡Yan Xiao Wu! No me digas que eres lesbiana. ¿O peor, que te gustan las niñas pequeñas?
Y ese spoiler 🤨🤭❤️