Capítulo 1
Cuando Jiang Xu abrió los ojos, se dio cuenta de que alguien estaba encima de ella. No podía distinguir su rostro con claridad, pero estaba segura de que era una mujer. Lo sabía porque sus pechos, suaves y mullidos, se estaban aplastando contra su pecho.
La mujer le sujetaba firmemente las muñecas, inmovilizándola, y se inclinaba hacia su oído, hablándole con un aliento cálido y perfumado:
—Cuñada imperial, no querrás que descubran… que no soy mi hermano, ¿verdad?
En ese instante, Jiang Xu se quedó completamente atónita.
¿No estaba muerta? ¿No había fallecido por una insuficiencia cardíaca congénita?
Entonces, ¿qué demonios estaba pasando ahora?
Durante sus veintiséis años de vida, Jiang Xu siempre había mantenido la calma sin importar la situación. Incluso ahora, no se dejó llevar por el pánico. En lugar de eso, observó con detenimiento a la mujer que acababa de llamarla “cuñada imperial”.
Estaban en un dormitorio lujosamente decorado al estilo clásico. Y ella… estaba siendo dominada por esa mujer sobre la cama.
Jiang Xu llevaba todavía su ropa interior, bastante recatada. En cambio, la otra era mucho más atrevida: solo llevaba un dudou, un top tradicional que apenas cubría sus pechos… los cuales se asomaban sutilmente bajo la tela.
Quizás al notar que Jiang Xu no apartaba la vista de su escote, la mujer sonrió de pronto. Una sonrisa hermosa, deslumbrante, capaz de hechizar a cualquiera.
Con una expresión casi quejumbrosa, dijo con tono juguetón:
—El dudou de mi cuñada… me queda algo ajustado.
Jiang Xu se quedó sin palabras. ¿Así que era su dudou el que esa mujer llevaba puesto?
¿Entonces… ella?
Jiang Xu bajó un poco la mirada y sintió claramente que debajo de su ropa interior… no había nada más. Vacío.
¿Acaso estas dos cuñadas solo tenían presupuesto para un único dudou? ¿O esta mujer le había quitado el suyo mientras dormía para ponérselo?
A sus veintiséis años, Jiang Xu jamás había tenido contacto físico con nadie, ni hombre ni mujer. Era la primera vez que sentía lo que significaba verdaderamente el rubor y los latidos desbocados.
La mujer, al verla así de nerviosa, frunció los labios con una inocente expresión de falsa culpa… pero en sus ojos brillaba una pizca de diversión.
—Lo tomé prestado mientras dormías —dijo con dulzura—. Es que no tenía con qué cubrirme. Pero si no te molesta verme aquí desnuda, ahora mismo puedo devolvértelo…
Mientras hablaba, soltó las manos de Jiang Xu… ¡y de verdad empezó a desatarse el dudou!
—¡No hace falta!
Por fin, Jiang Xu rompió su silencio. Gritó con el rostro rojo, deteniéndola a toda prisa.
Solo cuando la vio desistir, logró respirar un poco más tranquila. Aunque el sudor frío seguía formándose en su frente: esa mujer de sonrisa pícara no parecía alguien que jugara respetando las reglas.
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Jiang Xu ya lo entendía: probablemente había viajado en el tiempo. Por la decoración lujosa del dormitorio y por cómo la llamaban “cuñada imperial”, debía haber reencarnado en alguna concubina real… o tal vez hasta una emperatriz.
Y ahora… ¿estaba teniendo una aventura con una jovencita?
¡Dios! Este tipo de escenas no eran aptas para una paciente con enfermedad cardíaca congénita. Aunque este nuevo cuerpo estuviera sano, ser descubiertas significaba ser condenadas. En este mundo, eso se pagaba con la vida… y con un cuerpo hundido en el fondo del estanque.
Así que… ¿qué debía hacer ahora?
Jiang Xu respiró hondo y se obligó a mantener la calma.
Jiang Xu pensó que, en algún momento, tendría que poner fin a esa “relación inapropiada” con la jovencita.
Pero no ahora. No podía levantar sospechas de que esta no era la verdadera dueña del cuerpo. Primero tenía que entender bien qué estaba pasando… luego, ya vería cómo zafarse poco a poco.
—¿Seguimos entonces, cuñada imperial?
La voz tenía un tono juguetón, pero de ningún modo sonaba como una verdadera pregunta. No parecía estar pidiendo permiso, sino simplemente confirmando algo que ya había decidido.
Jiang Xu sintió que se le tensaban los músculos. ¿De verdad iba a suceder? ¿Estaba a punto de acostarse con esta mujer? ¿Tenía que hacer ese tipo de sacrificio para no salirse del papel?
Ni siquiera había tenido un noviazgo en su vida, ¡y ahora iba directo a la cama con una mujer… y encima en la antigua China! Todo esto estaba avanzando demasiado rápido para alguien que apenas estaba procesando su transmigración.
—¿Puedo continuar, cuñada?
La mujer repitió la pregunta, esta vez con una pizca de malicia, como si solo aceptara una respuesta. Quería oírlo salir directamente de sus labios.
Jiang Xu sentía que el sudor le perlaba la frente. No hacía falta un espejo para saber lo roja que tenía la cara. La mujer seguía sentada sobre ella, mirándola desde arriba con esa intensidad inquietante. Jiang Xu ni siquiera se atrevía a mirarla a los ojos.
Apretando con fuerza el borde de sus mangas, trató de salir del apuro como pudiera.
—Hoy… hoy no me siento muy bien —balbuceó—. ¿Qué tal si… si lo dejamos para otro día?
Lo dijo en voz baja, con tono suave y tembloroso, evitando todo contacto visual, como si decirlo con claridad pudiera romper la débil línea que la sostenía.
Y entonces, la mujer repitió, ahora con un tono de desconcierto:
—¿Dejarlo para otro día? ¿Dejar lo qué? ¿Quieres decir que puedo hacer lo que sea contigo, cuñada?
Jiang Xu empezó a molestarse. ¿No bastaba con el hecho de estar… teniendo una aventura? ¿Realmente hacía falta ponerlo todo en palabras? ¡Hay cosas que se entienden sin tener que decirlas en voz alta!
—Mm —respondió con firmeza, tragándose la incomodidad.
Aunque, por el tono de la otra, parecía estar considerando su propuesta de “dejarlo para otro día”… ¿sería que la estaba convenciendo?
Pero entonces, la mujer volvió a hablar:
—¿Y si es algo así como esto? ¿También puedo?
De pronto, con un gesto firme, le abrió las piernas y dejó que sus dedos rozaran suavemente…Se inclinó sobre ella, hasta que su rostro quedó justo frente a su pecho.
A través de la ropa, la mujer pasó la lengua con descaro, como si estuviera haciendo una broma cruel.
¡Jiang Xu sintió que le estallaba el corazón!
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Una sensación completamente desconocida le recorrió el cuerpo, su corazón empezó a latir desbocado, y no pudo evitar temblar. Nunca había estado con nadie, ni hombre ni mujer… pero sabía perfectamente lo que aquella mujer pretendía hacerle.
Tan solo imaginarlo la hizo sentir un vuelco en el estómago. ¡Quería desmayarse ahí mismo!
“Lo siento… ¡pero soy más conservadora que una matrona de la dinastía Ming!”
Decidida a salir del paso como pudiera, Jiang Xu se forzó a responder con la cara ardiendo:
—P-puedes… pero no hoy.
¡Y mañana mismo pensaba encontrar la forma de romper con esa chica! ¡No podía esperar más!
La mujer se detuvo. Por un momento, su expresión mostró algo de sorpresa… y algo más.
¿Confusión? ¿Duda? ¿Asombro?
Y entonces, se echó a reír. Era una risa burlona, con un deje de sarcasmo.
—Quién lo diría… Mi cuñada, la hija perfecta de una familia culta, siempre tan altiva y pura, mirándome con desprecio por mi “vida disoluta”… ¿y en privado resulta ser así de… desesperada? Tan desesperada, que hasta se atreve con su propia cuñadita…
¿¿¿¿Qué????
¡¿La había malinterpretado por completo?!
Así que no estaban teniendo una aventura. Todo esto… era simplemente la forma que tenía esa princesa de burlarse de ella.
—Aunque, bueno, tampoco es que no sienta lástima por ti, cuñada. Recién casada y ya haciendo voto de castidad. Debe ser difícil aguantar tanta soledad, ¿no? Yo, como hermana menor, lo entiendo perfectamente.
Se acercó aún más, susurrándole descaradamente al oído cosas que hacían temblar hasta al más templado.
—Y ya que estamos, ¿para qué posponerlo? ¿Eso de “otro día” qué sentido tiene? Mejor aprovechemos hoy. Déjame, como buena hermana, satisfacerte en lugar de mi hermano… ¿qué te parece?
Jiang Xu se quedó completamente inmóvil.
Porque de pronto, todo esto… le resultó demasiado familiar.
¿No era esta la trama de aquella novela que leyó una vez mientras estaba postrada en cama sin nada mejor que hacer?
Era una historia de corte palaciego. Había una gran villana, la princesa Ji Ruyu. Una mujer libertina, impulsiva y arrogante que terminaba cayendo en la locura por amor, arrastrando a su familia entera a la ruina.
Tenía un hermano mayor de la misma madre, quien había ascendido al trono pero, poco después, cayó en coma. Para mantener el equilibrio del poder, Ji Ruyu se hizo pasar por él, alternando los dos papeles: el del emperador y el de la princesa heredera.
¡Todo encajaba! En esa historia, la cuñada imperial —débil y enfermiza— nunca logró adaptarse al engaño y acabó enfermando de angustia. Moría incluso antes de que empezara la verdadera trama.
Y ahora… si esta mujer le había quitado el sujetador sin notar nada extraño, eso solo podía significar que aún estaba viva en ese momento. Tal vez justo en ese instante ella había…cambiado de cuerpo.
Todo esto era solo una hipótesis, claro. Aún tenía que confirmarlo.
Mientras tanto, esa mujer le sujetaba de nuevo las muñecas.
—Quién lo diría… Yo, con la reputación más desastrosa de toda la corte, con todos señalándome a mis espaldas, ¿cómo es posible que hoy tenga la suerte de compartir lecho con una dama tan inalcanzable y pura como tú, cuñada?
Hizo una pausa.
Su voz se tornó suave, casi tierna.
—Tranquila… Seré delicada.
Jiang Xu apretó los labios, furiosa.
—¡Ji. Ru. Yu!
—¿Eh?
Ji Ruyu levantó la mirada instintivamente al oírla.
Jiang Xu tenía un rostro sereno, casi etéreo, como de un ser inmortal. Pero como siempre la había mirado por encima del hombro, por más hermosa que fuera, a ojos de Ji Ruyu su cara no era más que una máscara detestable.
Y sin embargo, hoy era la primera vez que esa cuñada mostraba tantas emociones juntas: se sonrojaba, la provocaba… incluso la llamaba por su nombre con una voz que parecía querer desgarrarla viva.
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Ji Ruyu se echó a reír, tan alegre que su risa hizo temblar hasta los brocados de la cama.
—La forma en que me llamas cuando estamos en la cama… suena preciosa, cuñada. Asegúrate de seguir haciéndolo más tarde.
Jiang Xu, al fin, lo confirmó. ¡Era Ji Ruyu! No podía ser otra.
Con fuerza, sacó sus manos de las de ella.
¡Paf!
Sin dudarlo ni un segundo, le soltó una bofetada en plena cara.
—¡Qué descaro!
Ji Ruyu se quedó paralizada, llevándose la mano al rostro, sin entender del todo qué acababa de pasar. ¿Acaso no hacía un instante esta mujer le había seguido el juego sin rechistar?
Jiang Xu ya tenía las cosas claras. Esa muchacha y ella no habían tenido absolutamente nada. Después de todo, en la novela original, Ji Ruyu despreciaba profundamente a su difunta cuñada imperial.
—Bájate de una vez de encima mío.
—Pff… —Ji Ruyu se apartó la mano del rostro y la miró, visiblemente decepcionada—. Así que solo querías provocarme, ¿eh, cuñada? Por un momento pensé que habías cambiado de idea…
Jiang Xu la miraba sin decir una palabra.
Fue entonces cuando…
—Su Majestad, los ministros ya lo esperan en el despacho imperial. ¿Cuándo desea comenzar la audiencia?
La voz de un eunuco llegó desde fuera de la puerta.
Ji Ruyu cambió de voz con sorprendente facilidad y, en un tono joven y masculino, respondió:
—Que los ministros aguarden un momento. El emperador acudirá en breve.
—Sí, señor.
Jiang Xu la observaba, completamente atónita. Ji Ruyu le sonrió con picardía… y, de pronto, se deshizo del dudou delante de ella.
Jiang Xu cerró los ojos de inmediato.
—¿Y tu cara…? ¿Así piensas salir? ¿No te preocupa?
—Vaya, ahora sí te preocupas por si me acusan de poner en riesgo el cuerpo imperial… pero cuando me abofeteaste, no tuviste reparos.
Jiang Xu volvió a abrir los ojos justo a tiempo para ver cómo Ji Ruyu comenzaba a vendarse el pecho. Una vez terminado, tomó un espejo de cobre de la mesa junto a la cama.
—Cuñada, sostén el espejo por mí, ¿sí?
¿Iba a maquillarse… para transformarse en hombre?
Pensando que, después de todo, la herida en su rostro era culpa suya, Jiang Xu tomó el espejo sin protestar. Observó cómo Ji Ruyu, con movimientos hábiles y precisos, dibujaba sus cejas, delineaba sus ojos y aplicaba polvos hasta que la hermosa princesa frente a ella se convirtió en un joven varonil de rostro resuelto.
Ji Ruyu bajó ágilmente de la cama, se puso la túnica imperial con destreza y, tras colocarse la corona del emperador, terminó de transformarse. Gracias a su figura esbelta y su porte firme, su disfraz de hombre no parecía fuera de lugar en lo más mínimo.
Jiang Xu, que había presenciado toda la escena de principio a fin, no podía salir de su asombro.
Ji Ruyu curvó los labios con picardía.
—¿Qué opinas? ¿No me parezco en un noventa por ciento a mi hermano? Si a mi cuñada no le molesta… puedo usar esta apariencia también en la cama.
Jiang Xu frunció el ceño y respondió con frialdad:
—Le ruego que la princesa se comporte.
—Je.
Con su fama de libertina por todo el reino, era natural que despreciara comentarios tan “honorables”.
Levantó con dos dedos el dudou que estaba sobre la cama.
Jiang Xu intentó arrebatárselo con rapidez, pero Ji Ruyu fue más veloz. Lo atrapó y se lo guardó en el pecho.
Soltó una carcajada provocadora.
—Esto es un obsequio íntimo de mi querida cuñada. Por supuesto que lo guardaré con mucho cariño.
—Tú…
—¿Qué pasa, cuñada? ¿Por qué me miras así? No haré nada raro con tu ropa interior… —dijo, descarada como si nada.
Sin duda lo hacía a propósito. Ji Ruyu quería humillarla. Sabía que la antigua Jiang Xu venía de una familia noble, toda virtud y recato, y por eso buscaba quebrar su compostura, verla perder el control.
Pero Jiang Xu no iba a darle ese gusto.
No apartó la mirada, y mantuvo la calma, enfrentando con firmeza sus ojos provocadores.
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Ji Ruyu no se esperaba esa reacción tan serena. Por un instante, su rostro mostró sorpresa. Pero no insistió más en el asunto. En su lugar, curvó los labios con frialdad.
—Querida cuñada, esta noche el emperador visitará a la Concubina Li. Así que me temo que no podré “complacerte”. Si te sientes sola, siempre puedes visitar al muerto que yace en la cámara secreta y contarle cómo su hermana te ha “ofendido”. ¡Quién sabe! Tal vez hasta logres enfurecerlo lo suficiente para que regrese de entre los muertos, jajaja…
Con esa risa cruel resonando en el aire, Ji Ruyu desapareció del dormitorio.
Jiang Xu, al verla marcharse, por fin pudo respirar con tranquilidad.
Ji Ruyu no solo odiaba a su cuñada, también despreciaba profundamente a su hermano mayor. Por eso no le importaban las consecuencias de sus actos, aunque implicaran la caída de toda su familia.
Jiang Xu, en cambio, había crecido sabiendo que su destino era breve, marcada desde el nacimiento por una enfermedad cardíaca congénita. Murió a los veintiséis, cuando ya había vivido seis años más de lo esperado.
Por suerte, obtuvo la oportunidad de volver a vivir, aunque fuera ocupando el cuerpo de otra persona. Aunque ahora estuviera sola en este reino desconocido, Jiang Xu no pensaba rendirse. Tenía que aferrarse a esta nueva vida y asegurarse de que Ji Ruyu no acabara arrastrándola al abismo con sus locuras.
Jiang Xu apenas había leído por encima aquella novela; no recordaba con exactitud cómo había sido que Ji Ruyu se había dejado llevar por el desamor hasta volverse completamente malvada.
Pero si lograba evitar desde el inicio que se enredara con cualquier hombre o mujer, ¿no podría así frenar el desastre antes de que ocurriera? Solo tenía que sabotear todas sus “aventuras románticas”, distraerla, impedir que se obsesionara con esos juegos de amor y deseo.
¿Acaso no había dicho que esta noche iba a “visitar” a la concubina Li? Por el bien de su propia vida, Jiang Xu pensó que lo mejor sería detenerla.
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- Capítulo 1 - Bájate ahora mismo, cuñada imperial August 11, 2025
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