Ji Ruyu soltó una risa fría, ignorando por completo los gritos de la mujer prisionera. En cambio, habló con calma:
—Participó en la Fiesta de las Cien Flores, intentó seducirme, y aprovechó la ocasión para intentar asesinarme. Ridículo. Ella y los que están detrás de ella pensaron que, con que alguien se me acercara, yo abriría los brazos y lo recibiría con gusto. ¿Realmente doy la impresión de ser una mujer tan fácil?
Jiang Xu y la mujer persa la miraron al unísono con una expresión idéntica: ¿Acaso no lo eres…?
Ji Ruyu frunció el ceño, visiblemente molesta.
—He averiguado todo sobre ustedes. Menospreciarme tiene un precio, y pienso cobrármelo.
—¡No lo entiendo! —gritó la mujer de ojos azules, clavando su mirada en ella—. ¡Yo ni siquiera llegué a actuar! ¿Cómo supiste que intentaría asesinarte? ¡¿Acaso tienes alguien infiltrado entre nosotros que te avisó?!
—¿Y saberlo de qué te sirve? ¿Quieres morir con las dudas resueltas? —replicó Ji Ruyu con indiferencia—. Pero yo no pienso malgastar palabras contigo. Cuando estés bajo tierra, que sea tu amo quien te lo explique.
—¡Nooo—!
El grito desgarrador de la mujer quedó atrás mientras Ji Ruyu se alejaba con Jiang Xu, sin mirar atrás.
—¿Cuñada imperial, adivinas cuál es mi plan?
—Quieres que me haga pasar por esa mujer persa —respondió Jiang Xu con serenidad—. Servir de cebo para atraer a los conspiradores y capturarlos a todos de una vez.
—Sabía yo que eras lista —respondió Ji Ruyu con una sonrisa satisfecha.
—El cabello se puede teñir… pero los ojos de esa mujer son azules.
—No hace falta que te vean los ojos.
Al ver que Ji Ruyu ya había preparado todo con tanta seguridad y detalle, Jiang Xu no preguntó más.
Y así, Jiang Xu fue instalada en la residencia de la princesa heredera, adoptando oficialmente el papel de su “nueva favorita”. En el palacio, por su parte, se difundió la excusa de que estaba acompañando al emperador en una ceremonia de retiro espiritual, sin recibir a nadie.
Siguiendo las instrucciones de Ji Ruyu, Jiang Xu soltó una paloma mensajera con un pequeño cilindro atado a la pata, dentro del cual iba la carta preparada.
Esa misma noche, mientras se bañaba, una doncella del Palacio de la Princesa Heredera aprovechó el momento de llevarle un cubo de agua para acercarse sigilosamente a ella y, desde detrás de la mampara, le habló en voz baja.
—Bita, en tu carta decías que la princesa está loca por ti, que te agota con tanto deseo, que hasta te quedaste afónica… ¿Estás mejor ahora?
“¿¿Qué?? ¡¿La carta decía eso?!”
Por un instante, su expresión se deformó del asombro.
Resultaba que la carta había sido escrita por orden de Ji Ruyu, imitando la letra de la verdadera Bita. Jiang Xu ni siquiera la había leído.
Evidentemente, esa información sobre su “voz afectada” era parte del plan para justificar cualquier diferencia en el timbre de su voz. Pero… claramente, también llevaba impreso el gusto retorcido de Ji Ruyu. Porque había muchas formas más lógicas de justificarlo, ¿no?
Aun así, no tenía tiempo ni margen para discutir con esa mujer. Así que, apretando suavemente la garganta, respondió con voz rasposa:
—Aún no se ha curado.
La doncella se mostró sinceramente indignada:
—¡Por los cielos! ¡Ni siquiera puedes hablar bien! ¡Esa Ji Ruyu no tiene la menor moderación! ¡Ni una pizca de compasión! Bita, no te preocupes, nuestra señora te vengará.
Desde el otro lado del biombo, Jiang Xu solo pudo emitir un leve “Mm” como respuesta, forzando su voz para sonar débil.
—Sé que esta noche Ji Ruyu volverá a hacer que la atiendas. Sé que tendrás que soportarla y fingir que la complaces, no levantes sospechas. Iremos al grano: guarda bien esto. Mañana por la noche, durante el paseo en barco, nuestros hombres la embriagarán. Aprovecha el momento, cuando estén juntas… y actúa. El resto, déjaselo a nuestra señora.
Dicho eso, la mujer dejó algo al pie del biombo y se marchó sin más.
Solo cuando estuvo segura de que se había ido, Jiang Xu pudo al fin soltar un leve suspiro.
Era la primera vez que participaba activamente en una trampa como esta, y no podía evitar sentirse tensa.
Se incorporó del agua para ir a ver qué le habían dejado… pero justo en ese momento, una voz familiar, juguetona y descarada sonó detrás de ella.
—¿Se encuentra mejor la garganta de mi bella dama? Ay… fue culpa mía, por no saber cómo cuidar una flor tan delicada. Te dejé afónica de tanto hacerte llamar mi nombre.
—¡¡Ji Ruyu!! —Jiang Xu se giró de golpe, enfurecida.
Y entonces se dio cuenta: ¡estaba completamente desnuda frente a ella!
Su rostro se encendió de inmediato. Rápidamente agarró una toalla cercana y se la envolvió torpemente por el cuerpo.
Ji Ruyu, por su parte, pareció quedarse atónita por un segundo, pero enseguida recuperó la compostura. Esta vez, no la provocó como de costumbre, sino que se acercó con calma al objeto que había quedado junto al biombo.
Chasqueó la lengua al recogerlo y dijo:
—Vaya, esta pequeña daga está bastante bien hecha. Si no fuera porque la han escondido en esa prenda, cualquiera pensaría que es un simple adorno con forma de luna. Es una pena… —levantó la vista con una media sonrisa— está envenenada. De no ser por eso, bien podría habértela dejado para que la admiraras un rato, ¿no?
Al oír que la hoja estaba impregnada de veneno, Jiang Xu sintió un leve escalofrío. La tensión se apoderó de su pecho.
Ji Ruyu notó su incomodidad y, con voz tranquila, añadió:
—Tranquila, está bien guardada entre las trenzas. No hay riesgo. Si no fuera porque el tiempo apremia, habría hecho que forjaran una idéntica para ti.
Después suspiró, bajando la mirada.
—Fue un error mío. Con tu salud tan delicada, debería haberte dejado descansar. Si no puedes seguir con este papel, puedo encontrar a alguien más. No quiero forzarte.
—No hace falta —respondió Jiang Xu, rechazando la propuesta sin titubeos.
Había aceptado hacer esto con Ji Ruyu, y no pensaba romper su palabra.
Además, en sus palabras había una clara intención de ponerla a prueba. Si la defraudaba ahora, lo poco que habían construido entre las dos podría venirse abajo. Y sin confianza, no habría forma de caminar juntas hacia nada.
Ji Ruyu la observó en silencio, sus ojos oscuros y profundos fijos en ella… y de pronto, sonrió.
Y entonces, sin previo aviso, comenzó a desvestirse.
Jiang Xu se sobresaltó.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—¿No acabas de bañarte? —respondió Ji Ruyu con total naturalidad—. Ahora me toca a mí.
—¡Pero esa es el agua que acabo de usar! —le espetó Jiang Xu, con las venas de la frente marcándose del enfado.
—¿Y qué? —dijo la otra, como si nada—. No me molesta que la haya usado mi cuñada.
Con una sonrisa ladeada, siguió quitándose la ropa sin detenerse.
Jiang Xu, viendo que no podía hacerla entrar en razón —y mucho menos impedirle continuar—, apretó los dientes, giró la cara y se marchó con su ropa en la mano, no queriendo ver ni un centímetro más de piel desnuda.
Más tarde, mientras se secaba el cabello y se ponía el pijama, podía seguir oyendo claramente el ruido del agua correr. Sabía que Ji Ruyu seguía bañándose.
“¡Esta mujer está completamente loca…!”, pensó con impotencia.
Jiang Xu se metió en la cama, cerrando los ojos con la esperanza de que, por una vez, Ji Ruyu saliera del baño, se acostara y durmiera como una persona normal, sin armar otra de sus absurdas escenas.
El murmullo del agua corriendo era constante, suave. Poco a poco, ese sonido húmedo y uniforme la fue adormeciendo, hasta que empezó a quedarse dormida. Ni siquiera notó el momento exacto en que el agua dejó de correr.
Hasta que alguien se metió en su cama…
Solo había dos lámparas de aceite encendidas, proyectando una tenue luz dorada a través de los cortinajes. El interior del dosel era cálido y oscuro, íntimo. El cuerpo de la mujer recién salida del baño aún desprendía vapor; incluso su respiración tenía una humedad embriagante.
Jiang Xu la miró con desconfianza, en guardia.
—Acepté ayudarte con esta farsa, sí, pero en esta obra no hay necesidad de actuar esa parte, ¿no? Puedes dormir en el diván de allá.
Ji Ruyu curvó los labios con una sonrisa ladeada.
—Ahí es donde estás equivocada, cuñada. ¿Sabes cuántos ojos están atentos a esta habitación en este momento? Si no montamos un buen espectáculo… ¿cómo van a creerse que estoy completamente embelesada por tu belleza, incapaz de resistirme?
El corazón de Jiang Xu dio un vuelco. Esa frase solo podía significar problemas.
Ji Ruyu se acercó a su oído y le susurró:
—Cuñada, tienes que hacer algo de ruido… cuanto más alto, mejor. Que todos puedan oírte.
Jiang Xu se sonrojó hasta las orejas, roja como una cereza madura.
—¡No puedo hacer eso! ¡Si eso es lo que necesitas, será mejor que busques a otra!
Pero Ji Ruyu no se dio por vencida. La miró con una expresión entre traviesa e inocente.
—¿No sabes cómo gritar, cuñada? Yo puedo ayudarte. Prometo que lo harás… naturalmente. Y con mucho sentimiento.
Mientras hablaba, su mano ya se movía con impaciencia, buscando entre las piernas de Jiang Xu.
Jiang Xu, alarmada, entendió enseguida lo que planeaba. Apretó los dientes y, con voz baja pero firme, le lanzó una advertencia:
—¡No seas atrevida!
—No soy atrevida —dijo Ji Ruyu con fingida inocencia—. Solo quiero ayudar a mi querida cuñada.
Ya se había inclinado hasta quedar a la altura de su vientre, mirándola desde abajo con unos ojos llenos de falsa ternura.
—Dime, cuñada… ¿Cómo quieres que te sirva? ¿Con las manos o con la boca? ¿Frotando o acariciando? Haré lo que sea que desees, seré una herramienta de masaje obediente~
Por favor, introduzca su nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Usted recibirá un enlace para crear una nueva contraseña a través de correo electrónico.
Comentarios del capítulo "Capítulo 12"
MANGA DE DISCUSIÓN