A la luz temblorosa de las lámparas, Ji Ruyu parecía un espíritu travieso, una criatura peligrosa y seductora. Mientras Jiang Xu se quedaba pasmada por un instante, sintió de pronto una presión en el vientre bajo. La mano de esa mujer ya había llegado a su entrepierna y la acariciaba suavemente.
—¡Ah…!
Un pequeño gemido escapó de los labios de Jiang Xu antes de que pudiera detenerlo. Sorprendida incluso por sí misma, se apresuró a morderse los labios con fuerza, reteniendo cualquier otro sonido indecoroso que amenazara con salir.
Ji Ruyu la observaba con atención. La forma en que Jiang Xu temblaba, luchando por mantenerse firme, le causaba un tipo de fascinación inesperada. Al principio, solo quería provocar algo de ruido para despistar a los espías escondidos, quizá jugar un poco con la dignidad inquebrantable de su cuñada imperial, siempre tan regida por las reglas y la virtud. Pero no había previsto que acabaría despertando en sí misma un verdadero deseo.
—Cuñada… ¿quieres seguir?
La miró fijamente, sin ocultar el deseo que brillaba en sus ojos.
Jiang Xu se sobresaltó ante esa mirada tan intensa, como si fuera a devorarla. Su rostro se tiñó de rojo, y su voz, por primera vez, tembló de nerviosismo y rabia.
—¡¿Qué clase de locura estás diciendo?! ¡Ji Ruyu, quita tus manos ahora mismo!
Incapaz de soportarlo más, Jiang Xu le dio una bofetada. El sonido claro de la palmada resonó en la habitación, cortando el ambiente como un cuchillo.
Jadeando, Jiang Xu la miró con furia. Al menos, había logrado que Ji Ruyu se detuviera, llevándose una mano a la mejilla. Pero para su sorpresa, Ji Ruyu esbozó una sonrisa torcida.
—¿Otra vez me abofeteaste, cuñada?
Jiang Xu sintió un escalofrío. No sabía si era de vergüenza o de indignación. Cada vez que la golpeaba, era por puro reflejo ante sus provocaciones… pero al oírla decirlo en voz alta, sentía que la convertía en una bruta impulsiva.
Esperaba un reproche. Pero no.
—Me encantó, cuñada… ¿puedes hacerlo otra vez?
Jiang Xu se quedó paralizada. Al mirar a Ji Ruyu a los ojos, solo encontró entusiasmo sincero. ¡No estaba bromeando! ¡Lo decía completamente en serio!
—¡Ji Ruyu, eres… eres una pervertida! ¡¿Cómo puedes ser tan descarada?!
Ver que sus bofetadas no la hacían entrar en razón, sino que la excitaban aún más, fue el colmo para Jiang Xu. Sentía que iba a perder el control.
Ji Ruyu, aún cubriéndose media cara, tenía las mejillas sonrojadas por el calor de la escena, y los ojos brillando con más energía que nunca.
—¿Me llamaste pervertida? ¿Puedes repetirlo? Me encantó cómo lo dijiste…
¡¿Hasta los insultos la emocionaban?!
Jiang Xu estaba tan alterada que sintió que las lágrimas le subían a los ojos.
—¡Ji Ruyu, tú… tú…!
No podía golpearla, no podía insultarla… por un momento, Jiang Xu no sabía qué hacer con esa mujer.
—¡No pienso acostarme contigo! —espetó al fin, apretando los dientes con fuerza, dejando clara su postura.
Pero en los ojos de Ji Ruyu aún brillaba esa chispa de entusiasmo, como si nada pudiera apagar su fuego. Se acercó lentamente, y justo cuando Jiang Xu se tensaba, preparada para lo peor, la voz de Ji Ruyu descendió en tono, suave y controlada.
—Si mi cuñada no quiere… ¿cómo podría forzarla? —dijo dulcemente—. Pero aun así, tengo que darles un “espectáculo” a los que están escuchando, ¿no crees? Y ya que tú no quieres gritar… lo haré yo por ti. ¿La voz de la cuñada suena… así? Aaahhhh~ así, ¿verdad~~?
Jiang Xu se quedó paralizada. ¡Ji Ruyu… estaba imitando su voz! ¡Y lo hacía a la perfección!
Cuando la miró, con los ojos bien abiertos de la sorpresa, Ji Ruyu sonrió con descaro, y con su misma voz soltó:
—¡Princesa, por favor, más despacio! Me haces doler~~~
El rostro de Jiang Xu se encendió de golpe, tan rojo que parecía arder. ¡Nunca imaginó que Ji Ruyu se atrevería a fingir gemidos en su tono de voz… y justo frente a ella!
Enfurecida y avergonzada, se lanzó sobre ella y le cubrió la boca con fuerza.
—¡Cállate! ¡Calla de una vez!
Ji Ruyu no se resistió. Solo la miró desde debajo de su mano, con esa expresión suya entre provocadora y burlona, los ojos brillando como si disfrutara cada segundo de su reacción.
La mirada le resultaba tan intensa a Jiang Xu que le pareció que le quemaba la piel. No quería apartar la vista, pero tampoco quería que ella notara cuánto le afectaba. Por eso, su voz salió un poco más débil de lo normal:
—Ya que tienes tan buena imitación vocal, ¿por qué no imitaste la voz de Bita directamente? ¿Tenías que imitar… la mía?
Ji Ruyu hizo un leve puchero, indicándole que retirara la mano. Pero al hacerlo, sus labios rozaron la palma de Jiang Xu, provocándole un estremecimiento que recorrió todo su cuerpo. Al soltarla, fue como si la hubiese tocado una corriente eléctrica.
Ji Ruyu respiró hondo y dejó escapar una risita.
—Ya lo expliqué en la carta —dijo con descaro—. Si decían que la princesa heredera era tan desenfrenada que dejó sin voz a su amante, ¿cómo iba a usar su tono habitual sin levantar sospechas? Cuñada, tú no lo sabes, pero en situaciones así… la voz no suena como siempre. Nadie podría notarlo.
Jiang Xu frunció el ceño, molesta.
—Vaya, se nota que tienes experiencia en eso, ¿eh? ¡Quién sabe cuántas mujeres habrás corrompido ya!
—¿Yo? —Ji Ruyu se acercó lentamente a su oído, y su voz bajó a un susurro seductor—. Si te refieres a… consolarme yo misma, pues sí. Tengo bastante práctica. Al fin y al cabo, tú nunca me ayudas con eso.
—¡Oye…! —Jiang Xu la empujó, indignada. —¿Por qué tengo que ser precisamente yo? ¿No tienes suficientes mujeres en tu residencia?
—Ellas no son mías —respondió Ji Ruyu con una sonrisa tranquila—. Solo sirven en mi palacio, nada más. La única mujer con la que tengo algo ambiguo… eres tú.
Jiang Xu se quedó pasmada un instante. ¿De verdad no tenía amantes en el palacio? ¿Cómo era posible con su fama y su forma de actuar? Probablemente solo estaba jugando con ella, como siempre. Recuperó la compostura y dijo con frialdad:
—No digas tonterías. ¿No tenías algo importante que hacer?
Aunque claro… eso de “importante” era debatible.
—¡Ah, cierto! Tengo que ayudarte a fingir que estás muy complacida —respondió con toda naturalidad.
Jiang Xu cerró el puño con fuerza. Solo era cuestión de aguantar sus tonterías un rato. Solo un rato…
…Aunque la voz que usaba para sus bromas fuera exactamente la suya.
Lo que Jiang Xu no se esperaba, era que de pronto Ji Ruyu se alzara la falda… y, sin pudor alguno, comenzara a hacer cosas pervertidas delante de sus ojos.
Jiang Xu se quedó paralizada, roja como un tomate, sin saber cómo reaccionar. Y por si fuera poco, la mujer empezó a imitar su voz mientras recitaba frases subidas de tono, una más ridícula que la otra:
—Ah~ Princesa, qué bien se siente~ ¡Eres increíble!~ Ay, ay… ¡con cinco dedos no puedo más! Por favor, ten piedad de esta pobre sirvienta~…
—¡T-Tú…! —balbuceó Jiang Xu, sintiendo que la cabeza le daba vueltas.
Entre el bochorno y la rabia, sentía que en cualquier momento se desmayaría. Así que por el bien de su salud mental —y física—, Jiang Xu se levantó de un salto y decidió marcharse de inmediato. ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! Pero justo cuando bajaba del lecho, un brazo firme la rodeó por la espalda y la atrajo hacia sí.
La persona que la abrazaba no solo no se detenía, sino que sus movimientos continuaban cargados de una provocación descarada. Su respiración, entrecortada y cálida, le rozaba el cuello, envolviendo el ambiente en una tensión sofocante.
—¿Vas a dejarme sola? ¿Quieres que monte todo este espectáculo sin público? —susurró Ji Ruyu con voz ronca.
—Aunque me quede… ¿no sigue siendo un monólogo lo que estás haciendo? ¡Un poco más y voy a terminar con una infección en los ojos! —espetó Jiang Xu, furiosa.
Ji Ruyu soltó una carcajada, lanzándose directamente a sus brazos. Le rodeó el cuello con los brazos y la miró desde abajo, con una mirada que chispeaba de picardía y deseo.
—Si no quieres mirar, puedes cerrar los ojos. Si no quieres escuchar, puedes taparte los oídos. Pero yo… yo tengo que mirar a mi cuñada —dijo, enfatizando cada palabra con intención—. Tengo que verla. Entera. ¿Hmm?
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