—No quiero que ninguna mujer inocente caiga en tus manos —dijo Jiang Xu, usando ese pretexto solemne como escudo.
—Muy bien, muy bien, mi cuñada imperial es noble y pura; yo, en cambio, soy vil y despreciable. Una mujer como yo, baja y ruin, no podría hacer otra cosa que actos indignos. —Ji Ruyu sonrió con una mezcla de ira y deseo—. Esta noche seré la villana, y no me detendré hasta oírte rogarme con tu propia voz.
—¿Rogarte? ¿Y por qué habría de hacerlo? —replicó Jiang Xu con orgullo—. ¿Has oído hablar del Buda que se arrancó la carne para alimentar a un águila? Si eso es lo que quieres, y con eso dejas de revolcarte con otras, te lo daré.
[NT: La referencia a “释迦牟尼割肉喂鹰” (“el Buda que se arrancó la carne para alimentar a un águila”) proviene de una antigua leyenda budista. En ella, el joven príncipe Sakyamuni —antes de convertirse en Buda— ofrece parte de su propio cuerpo para salvar la vida de una paloma que una águila quería devorar. La historia simboliza la compasión absoluta y el sacrificio desinteresado por los demás.]
Al fin y al cabo, no era la primera vez que hacían algo así. Por más que intentara convencerse de que lo hacía por obligación o por necesidad, era imposible volver atrás, imposible recuperar la pureza de antes. Ya no quedaba nada que fingir, así que… que todo se rompa de una vez.
Con ese pensamiento, Jiang Xu se desabrochó la ropa sin temblar. Cuando el aire frío de la noche le rozó la piel desnuda, un leve escalofrío recorrió su cuerpo. Ji Ruyu, sorprendida, se quedó quieta al verla así, con solo un fino dudou rojo cubriendo su pecho; el carmesí resaltaba la blancura de su piel como la nieve, una visión tan provocadora que la dejó sin aliento.
—Heh… tus palabras suenan tan nobles, cuñada, que solo logran resaltar lo miserable que soy. Si tuviera vergüenza, quizá me sentiría humillada, pero qué lástima… vas a decepcionarte, porque no la tengo. Y no creas que voy a soltarte. Para mí, la presa que tengo entre los dientes no se deja escapar. —Los ojos de Ji Ruyu ardían de furia y deseo mientras la sujetaba por los hombros y hundía los dientes en su piel, dejando una marca visible.
Era su propio deseo de posesión lo que la dominaba, pero en su interior seguía negándolo, fingiendo pureza. Quería destrozar esa máscara, romper toda apariencia de virtud. Quería oírla suplicar, decir palabras dulces, cualquier cosa… hasta un gemido le sonaría más sincero que esas mentiras.
Jiang Xu no entendía cómo sus palabras habían provocado semejante reacción. Ji Ruyu parecía fuera de sí; sintió una punzada de dolor en el hombro, y antes de poder reaccionar, la mujer ya la había empujado contra el lecho, recorriendo con besos su cuello, ascendiendo con una intensidad imposible de contener.
Una sensación conocida recorrió todo el cuerpo de Jiang Xu, haciéndola estremecer. Aun así, su mente se mantenía clara.
—No te he dado permiso para hacer lo que quieras conmigo —dijo con frialdad—. ¿O piensas seguir insistiendo con esa torpeza tuya?
—Las habilidades se aprenden —respondió Ji Ruyu, sonriendo con una calma peligrosa—. Solo tendrás que tenerme un poco de paciencia. Haré que tu propio cuerpo me diga cuándo se siente bien.
Ella le tocó la parte baja.
—¿No está mojado, sorprendentemente?
—Porque no me interesas —replicó Jiang Xu con desdén.
Pero Ji Ruyu no se ofendió. Por el contrario, se tocó su propia entrepierna justo frente a ella, y luego le mostró los dedos húmedos y brillantes.
—Pero yo estoy empapada. El cuerpo de mi cuñada me excita muchísimo.
Las pupilas de Jiang Xu se contrajeron. Vio, impotente, cómo Ji Ruyu, sin más, se introducía esos mismos dedos mojados, usando su propia humedad como lubricante para ella.
Jiang Xu se cubrió la boca con incredulidad, y no pudo evitar murmurar una maldición.
—¡Qué pervertida!
Su intimidad, que había estado tranquila durante tanto tiempo, sintió de nuevo la invasión de un cuerpo extraño. Tan pronto como los dedos cálidos entraron, su propio cuerpo también comenzó a secretar fluidos. Una sensación inusual la inundó por completo.
—¿Esto ya te parece pervertido? Mi cuñada también me hizo esto a mí, ¡así que, hablando con propiedad, mi cuñada es la pervertida!
—Dime, ¿dónde se siente bien?
Sus dedos se agitaban por todas partes. Jiang Xu a veces sentía molestia y otras veces placer, pero ella apretó los labios con fuerza, sin decir una palabra, negándose a cooperar.
—Je, je, cuñada, ¿por qué ir en contra de ti misma? Si me equivoco de sitio, ¿no es a ti a quien le dolerá?
Jiang Xu incluso cerró los ojos instintivamente. Podía soportar la incomodidad, pero si cooperaba con ella para explorar su propio cuerpo, si se hundía en el deseo, entonces habría perdido por completo.
Ji Ruyu, al verla en ese estado, supo que no podía dudar; debía conquistar por completo el cuerpo de su cuñada para tener alguna oportunidad de abrir su corazón.
Ji Ruyu se inclinó entre sus piernas, usando boca y lengua, con la punta de sus dedos rozando directamente el clítoris, lamiendo la base. Sintió cómo ese cuerpo temblaba cada vez más, y supo, sin mirar, que su cuñada debía estar apretando los dientes para no emitir ningún sonido.
—Cuñada… —se tomó un momento, su voz amortiguada por la risa—. Menos mal que estoy yo para ayudarte a lamerlo todo; por poco se derrama hasta la cama…
Mientras decía esto, la propia humedad de Ji Ruyu ya escurría por el muslo de Jiang Xu, mojando un área considerable.
Jiang Xu sentía que se partía en dos: una mitad luchaba con todas sus fuerzas, mientras que la otra ya se había rendido al asalto de Ji Ruyu. Lo peor era que, aunque mentalmente aún podía resistir, su cuerpo ya estaba al borde del límite.
Solo un poquito más… solo un poquito y se liberaría; su cuerpo clamaba desesperadamente por más.
Sin embargo, justo en ese momento, Ji Ruyu se detuvo de repente.
La incomodidad era indescriptible, y el vacío que dejó su ausencia fue tan abrupto que a Jiang Xu le costó entender qué había pasado.
Ji Ruyu levantó la cabeza y se lamió la comisura de los labios.
—¿Te gustó un poco?
—No me gustó… —Jiang Xu se dio cuenta al hablar de lo ronca que estaba su voz, a pesar de no haber gritado. Giró la cabeza para evitar mirar los ojos de la otra mujer, no fuera a descubrir su mirada de insatisfacción.
—¿Así que la cuñada no quiere continuar?
—No.
—De acuerdo, entonces vamos a dormir.
Jiang Xu la miró fijamente.
¿Había oído mal?
Pero Ji Ruyu no parecía estar bromeando; se acostó realmente a su lado y dijo con un tono de resignación: —Parece que la cuñada está realmente insatisfecha con mi técnica. Si insisto en continuar, ¿no sería humillarme a mí misma? Así que hoy descansaremos. Lo intentaremos de nuevo la próxima vez. Si mi cuñada sigue sin estar satisfecha, me retiraré sabiendo que no tengo oportunidad.
Después de decir eso, cerró los ojos de verdad, como si su intención fuera dormir.
Jiang Xu la observó con recelo por un rato, pero Ji Ruyu no hizo ningún movimiento.
¿De verdad se había rendido? ¿O estaba tramando algo?
Jiang Xu no tenía idea, y solo pudo decidir sobre la marcha. Se giró para darle la espalda y cerró los ojos.
Solo que la sensación de vacío en su cuerpo no desaparecía del todo. Seguía mojada, incluso más mojada que hacía un momento…
Si lograba resistirse cada vez, sin sucumbir al deseo, tal vez realmente podría hacer que Ji Ruyu se echara atrás.
Escuchando la respiración rítmica de la persona detrás de ella, Jiang Xu tardó mucho tiempo en conciliar el sueño…
Cuando Jiang Xu abrió los ojos, descubrió que estaba atada a la cama. Llevaba una prenda extremadamente reveladora que apenas cubría sus partes íntimas, con el aspecto de un antiguo camisón.
Ji Ruyu estaba sentada a su lado, y frente a ella había desplegado un montón de juguetes pequeños y extraños. Ji Ruyu le acarició la cara y dijo:
—Cuñada, ¿has oído el dicho de que “el sabio no es diferente de los demás, simplemente sabe servirse de los medios”? Dices que mi técnica no es buena, pero podemos usar herramientas. Probaremos una por una, seguro que hay algo que te viene bien…
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