Estaba empapada en sudor frío. El cielo apenas comenzaba a clarear, y la cama a su lado ya estaba vacía. A esa hora, Ji Ruyu debía de estar asistiendo al consejo matutino.
Todo era culpa de sus actos retorcidos. Si no fuera por ella, jamás habría tenido una pesadilla tan horrible. Y lo peor era que, conociendo a Ji Ruyu, aquel sueño podría volverse realidad en cualquier momento.
Jiang Xu se enjugó la frente, tratando de calmar el corazón que le golpeaba el pecho. Entonces una doncella entró a toda prisa para avisarle que el eunuco Fang ya la esperaba fuera.
Hoy era el día en que las damas nobles del clan imperial debían presentarse ante la emperatriz. El tiempo se le había echado encima; debía prepararse de inmediato.
Llamó a una sirvienta para que la ayudara a lavarse y arreglarse a toda prisa, y regresó al Palacio Weiyang. Allí tendría que ponerse el atuendo ceremonial apropiado para la ocasión.
Por suerte, el eunuco Fang lo había dispuesto todo con antelación. En cuanto llegó, las doncellas se apresuraron a vestirla con la túnica de la emperatriz, tan solemne como impecable. Solo quedaba esperar a que las mujeres convocadas ingresaran al palacio.
Aun así, Jiang Xu se sentía agotada. La noche anterior, Ji Ruyu la había dejado completamente sin fuerzas. Temiendo no tener energía suficiente para el protocolo, se recostó junto a la ventana y cerró los ojos un momento, buscando un breve descanso.
No supo cuánto tiempo pasó cuando sintió algo rozarle el rostro, una leve picazón que la hizo abrir los ojos. Murmuró medio dormida:
—¿Eunuco Fang? ¿Ya han llegado las damas?
Pero la figura ante ella no era la del eunuco. Era Ji Ruyu, recién salida del consejo imperial.
Aún llevaba el atuendo de la corte, y su porte emanaba autoridad y frialdad. Sus cejas tensas, su mirada severa… solo al curvar los labios en una sonrisa ligera, recuperaba un destello de esa familiaridad peligrosa que hacía temblar a Jiang Xu.
—¿Cuñada imperial, ya estás despierta?
Jiang Xu frunció el ceño al verla.
—¿Qué haces aquí?
Ji Ruyu curvó los labios con una sonrisa traviesa.
—Vine porque me urgía hablar contigo sobre… ciertas técnicas de alcoba.
Jiang Xu se tensó al instante.
—¡Basta de tonterías! ¿Sabes qué hora es? ¿Quieres armar un escándalo en pleno día? Tengo deberes oficiales; hoy debo recibir a las damas del clan, ¡no tengo tiempo para tus caprichos!
Ji Ruyu, sin inmutarse, murmuró con descaro:
—Pero anoche no terminamos… y ahora te deseo.
Al decirlo, se inclinó hacia ella, pero Jiang Xu la apartó bruscamente.
—Si me quitas la ropa, ¡no podré vestirme a tiempo!
Ji Ruyu rió por lo bajo y se detuvo.
—Ya que mi cuñada se niega tan rotundamente, no voy a ponerla en un aprieto. Si me prometes otra cosa, podré contener mi impaciencia por ahora.
—¿Qué condición? —preguntó Jiang Xu con cautela.
Ji Ruyu sacó algo de su manga: un pequeño objeto de bronce, esférico y hueco, que emitía un leve tintineo al moverse.
Jiang Xu lo miró con sospecha.
—¿Qué es eso?
—Esto es un cascabel de bordado (xiuling) —explicó Ji Ruyu con un tono ambiguo—. Las damas nobles como tú seguramente nunca han visto uno. Solo tienes que introducirte el cascabel, y no te presionaré más.
Las pupilas de Jiang Xu se encogieron. ¡El sueño de esta mañana se estaba cumpliendo tan rápido! ¡Ji Ruyu realmente iba a usarle algo así, buscando formas de jugar con ella!
—¡Imposible! ¡No voy a aceptarlo! —se negó Jiang Xu, apretando los dientes.
—Si no quieres el cascabel, ¿entonces me prefieres a mí? Terminaré rápido, te lo aseguro, para no retrasar tus asuntos. Sin embargo, para que funcione, debes cooperar conmigo; necesito que mi cuñada llegue al clímax una vez para poder yo quedar satisfecha.
Se acercó a su oído y susurró con suavidad:
—Así que, para terminar pronto, no puedes reprimir tu deseo. De lo contrario, ¿qué pasará si las damas ven a la Emperatriz con la ropa desordenada?
—Tú…
Jiang Xu apretó los puños dentro de sus mangas.
Si tenía que elegir entre Ji Ruyu y el cascabel, prefería el cascabel; al menos era un objeto inanimado. Además, las cosas antiguas debían ser rudimentarias, tal vez ni siquiera sentiría nada al introducirlo.
Jiang Xu le extendió la palma de la mano y dijo con el rostro frío:
—Dámelo.
Ji Ruyu fingió no entender:
—¿Qué?
—El cascabel.
Jiang Xu la miró fijamente con un ligero reproche.
Ji Ruyu no se lo entregó:
—Deja que yo misma lo introduzca, cuñada. Estás vestida con tanta dignidad que es incómodo moverse, y si lo haces sin ser profesional, podrías lastimarte.
Jiang Xu observó a la mujer que estaba arrodillada entre sus piernas, desatando su falda interior, y la carcajeó:
—Pareces muy profesional, ¿supongo que lo has usado a menudo?
Ji Ruyu se echó a reír:
—El palacio es un lugar solitario. Si ninguna mujer me honra con su amor, ¿acaso no puedo usar un pequeño juguete para consolarme?
Después de quitarle las bragas, Ji Ruyu se quedó momentáneamente paralizada.
Al ver su reacción, Jiang Xu sintió cómo su rostro se encendía sin poder evitarlo.
Pero Ji Ruyu no dijo nada, y al momento siguiente, introdujo lentamente el cascabel en su cuerpo.
Jiang Xu solo sintió un ligero dolor por un instante, y después, no sintió nada.
Para su fuero interno, Jiang Xu pensó que el objeto no servía para nada. No pudo evitar soltar un suspiro de alivio.
Ji Ruyu le subió la ropa interior, le arregló el atuendo, y de repente se acercó a su oído y se rio en voz baja:
—Pensé que me costaría un esfuerzo preparar el cuerpo de mi cuñada, pero parece que ya estabas lista. Tus bragas están húmedas…
El rostro de Jiang Xu se encendió. ¡Y todo porque anoche su cuerpo fue restregado cruelmente sin ser satisfecho, y luego había tenido un terrible sueño erótico! Al pensar en eso, Jiang Xu miró a Ji Ruyu con resentimiento.
—Ya hice lo que dijiste, ahora puedes irte.
Inesperadamente, Ji Ruyu se sentó.
—Debo esperar aquí, cuñada. Después de que termines de ver a esas damas, tendré que ayudarte a sacarlo.
Jiang Xu le lanzó una mirada fría.
—¡Haz lo que quieras!
—Majestad, las damas de los oficiales ya están esperando en el Palacio Weiyang —anunció el eunuco Fang desde fuera.
Parecía no saber que la princesa también estaba dentro. Ji Ruyu había llegado sin ser vista, y Jiang Xu se preguntó cómo lo habría conseguido.
Jiang Xu dejó de prestar atención a Ji Ruyu y se puso de pie. Sin embargo, apenas dio un paso, notó algo extraño: el cascabel de bordado en su interior vibró levemente, haciendo que todo su cuerpo se entumeciera al instante.
Pero Jiang Xu se negaba a mostrar debilidad ante Ji Ruyu. Esa mujer le había introducido aquel objeto solo para verla caer rendida ante un pequeño juguete y así satisfacer su perversidad. ¡No le daría el gusto!
Jiang Xu se mantuvo firme y caminó hasta el vestíbulo principal. Mantener la compostura de la Emperatriz mientras se sentaba agotó casi toda su energía. Pensó que al sentarse mejoraría, pero la cosa seguía vibrando. Sin darse cuenta, sus bragas ya estaban empapadas.
—Larga vida a Su Majestad la Emperatriz.
—Podéis levantaros —Jiang Xu se esforzó por mantener un tono de voz inalterable.
Al mirarlas, se dio cuenta de que apenas recordaba a alguna de esas damas. Afortunadamente, el eunuco Fang la ayudaba con discretos recordatorios, permitiendo que el protocolo transcurriera con normalidad.
Se limitaban a los saludos de rigor y a unas cuantas preguntas triviales; ella solo tenía que decir algunas palabras y ya.
Jiang Xu sintió que estaba llegando a su límite de resistencia. Finalmente, las damas empezaron a despedirse. Jiang Xu suspiró aliviada, pero una de las damas se quedó atrás. Jiang Xu estaba confusa cuando escuchó al eunuco Fang decir sonriendo a su lado:
—Majestad y su señora madre no se han visto en mucho tiempo. Seguramente tienen mucho de qué hablar. Este sirviente no las molestará más. Con su permiso, me retiro.
¿Qué? ¡Esa dama frente a ella era la madre de la dueña original del cuerpo! ¿Cómo demonios iba a lidiar con ella en su situación actual?
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